Semilla del desierto, una dystopía no muy distante de la realidad.

«De América Latina, surge un lugar que devora los sueños y hace a los niños adultos prematuros». Con esta frase, se presentan los primeros momentos de Semilla del desierto, una cautivadora película colombiana que sigue proyectándose en las pantallas de los cines, habiendo tenido su Estreno Internacional en el 28º Festival Internacional de Cine de Tallin Black Nights (2024, Estonia). Hace poco, el filme se alzó con el prestigioso laurel de la taiga de plata en el Festival Internacional de Cine de Espíritu de Fuego, celebrado en Rusia.

A medida que avanzamos en la narrativa, la película nos transporta a una ciudad desprovista de inocencia, tal como asegura una mujer que viaja en su vehículo. Los personajes principales, niños, preadolescentes y adolescentes, tienen nombres como Caviche, Chelina, Bojote, Franchesca, Larichel y Calllo-Callo, y están atrapados en un proceso de maduración abrupta y forzada, a raíz de las severas desigualdades y la violencia que los rodea. Este pequeño universo, aunque ficticio, refleja la dura realidad social que enfrentan muchos.

La película, una obra de ficción que mezcla Suspenso con drama y el género de iniciación, nos invita a reflexionar sobre un continente distópico, que no ha superado el capitalismo. Este sistema socio-económico sigue vigente y la industria petrolera permanece dominante, convirtiéndose en la principal fuente de ingreso para aquellos que viven en condiciones marginales. La violencia intrafamiliar, el abuso, la pobreza y el abandono son side effects of this socio-economic crisis. Este contexto se ve ejemplificado en la vida de Chelina y Caviche, los protagonistas, quienes son empujados por estas circunstancias a convertirse en Pimpineros (contrabandistas de gas) como una forma desesperada de sobrevivir.

«Es una película que busca contar una historia basada en situaciones reales de amigos y familiares cercanos, donde el tema central es la pérdida de la inocencia. Tuve una infancia llena de asombro, pero muchos de mis amigos y familiares vivieron realidades que no comprendía. Eso me llevó a contar esta historia», compartió en una entrevista con De Ababo el director Sebastián Parra. Originario de Urumita, al sur de La Guajira, Parra se graduó en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Los personajes ilustran su pérdida de inocencia a través de vestimentas desgastadas, sus ropas sucias y marchitas, impregnadas del polvo del desierto. Se observa en Calllo-Callo, conocido en la película como «El Capito», quien es un niño audaz y el líder de una banda de Pimpineros. En una escena, con un estilo trenzado y un llamativo rojo mate, dirige a un mecánico mayor que él, resaltando cómo la niñez ha sido despojada de su esencia por las circunstancias a las que se enfrentan.

Sebastián Parra, director de «Semilla del desierto».

Entre vientos y incendios

«En cuanto al sonido, el viento siempre está presente. Cada secuencia tiene un tono diferente, y combinado con las imágenes del fuego, genera una atmósfera intensa que, según algunos espectadores en Rusia, producía tanto calor físico como emocional, creando una sensación de angustia y presión», comentó Sebastián Parra.

Así se desprende cómo la película muestra granos de arena danzando en el viento, generando una experiencia visual poderosa. Vemos un avión suspendido en la árida atmósfera, perturbando la calma de un cactus, y la cámara sigue el soplo del viento que intenta inflar telas y bolsas que sirven de refugio en un ambiente ruin. Mientras tanto, el sonido del viento interactúa con las hojas de los árboles durante el crepúsculo, creando una sinfonía emocional que acompaña a la historia. En una escena, se escucha una melodía que dice: «De fuego al viento», mientras mujeres con velos saludan desde la distancia, resaltando el mar que conecta con su paisaje árido.

La película también enfatiza la relevancia del fuego, representando distintos diálogos que sus personajes expresan, como: «Perder el miedo al fuego» y «La vida aquí es como una llama que se apaga». En una de las escenas más impactantes, mientras viajan en auto, Chelina le dice a Caviche: «Prefiero morir contigo que seguir viviendo con miedo». Esta línea resonó profundamente, lo que llevó a que entrevistáramos a Yornexzi Ibarra, quien interpreta a Chelina. Ella reflexionó: «Es una frase muy real; preferiría no vivir antes que experimentar una vida sin inocencia, una vida con un padre abusador».

Yornexzi Ibarra interpreta a Chelina en «Semilla del desierto«.

La narrativa de la película traza un claro paralelo entre el contrabando, el fuego, la liberación y la opresión. Filmada en pueblos de La Guajira, incluyendo Riohacha, Manaure, Uribia y Cabo de la Vela, la cinta se conecta con la realidad de la frontera entre Colombia y Venezuela. No obstante, evita entrar en detalles sobre el origen y destino del combustible, aunque presenta el fuego como un elemento liberador para los personajes, quienes buscan escapar de sus vidas alienantes. Al respecto, le preguntamos a Sebastián Parra sobre su enfoque en este ambiente:

«El contrabando y el abuso son temas tangenciales en nuestra historia, representando situaciones que nuestros personajes deben enfrentar. Si resumimos nuestra película, podemos considerarla una historia de amor que transcurre en un entorno de problemas, donde la inocencia se ha perdido».

De La Guajira para todos

«Semilla del desierto» no solo imagina un universo distinto, sino que también mantiene un fuerte arraigo en la realidad social contemporánea, explorando cómo el pasado continúa influyendo en el presente. En una escena, mientras Chelina y Caviche viajan por un desierto, son confrontados por «piratas» de contrabando que intentan detenerlos. Esta imagen evoca la realidad de muchos niños en La Guajira, donde las extorsiones son comunes y las infancias se ven truncadas.

Yornexzi Ibarra, quien debuta en el cine con esta película, afirmó: «La línea entre ficción y realidad es muy delgada, ya que muchos han presenciado estas situaciones a diario». Por su parte, Sebastián Parra destacó que la inocencia perdida no es un problema exclusivo de La Guajira, sino que es un dolor compartido en muchas partes de América Latina, así como en Rusia y Estonia. «Es una historia local que se convierte en universal, mostrando el dolor que todos compartimos», enfatizó.

En una última reflexión, Sebastián Damián, quien da vida a Caviche, compartió: «Este tipo de realidades ocurre en todo el mundo; hay muchos que prefieren ignorarlo, pero siempre está presente en sus vidas».

Finalmente, Semilla del desierto se adentra en la complejidad del entorno de La Guajira, presentando una visión distinta que va más allá del amanecer o atardecer convencional, enfocándose en la paleta de azules que simbolizan un desierto intertemporal y los sonidos de la vida nocturna con el canto de las cigarras. La película deja una huella clara del devastador impacto del capitalismo y de cómo un grupo de niños se ve forzado a asumir roles de adultos, convirtiéndose en semillas de desierto que buscan germinar en lo adverso.

Sebastián Damián interpreta a Caviche en Semilla del desierto.

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