12 de diciembre de 2025 En este período de guerras generalizadas, puede ser necesario reexaminar algunos principios sobre los conflictos armados entre estados y el papel de los pueblos. En estos momentos de profunda confusión, parece necesario aclarar que no estamos hablando de instituciones existentes, sino de anticapitalismo y resistencia a la violencia y el genocidio en curso.
El primer caso es una guerra entre estados importantes, en su mayoría potencias nucleares. Esta guerra, hoy, no es directa, sino a través de terceros, porque por ahora se está evitando un conflicto que tendría enormes consecuencias, porque hay una alta probabilidad de que se utilicen armas nucleares en ese escenario. Aquí no hay lugar para medidas a medias: no hay fuerzas buenas para el pueblo y todos son parte del mismo sistema capitalista, patriarcal y colonial.
Aunque no tendría sentido mencionarlo, el núcleo del dominio imperial es Estados Unidos (a la cabeza del Norte global), mientras que las potencias que lo desafían (China y Rusia) no sólo son parte del mismo sistema, sino igualmente opresores y que buscan la hegemonía. Hay partidos e incluso movimientos de izquierda que defienden la tesis de que China es un país socialista, con la misma frivolidad con la que un académico argentino encuentra similitudes entre Putin y Lenin.
Otro caso es la agresión de una potencia (grande o mediana) contra una nación en la periferia del sistema mundial, en cuyo caso se debe defender la soberanía del país atacado, sin limitaciones y sin importar la similitud o aversión del régimen que lo gobierna. Es el caso de la invasión rusa a Ucrania, la guerra de Arabia Saudita (y varias potencias occidentales) contra Yemen y la amenaza de una invasión estadounidense a Venezuela. Es una enorme historia de más de 50 intervenciones de Washington en nuestra región desde finales del siglo XIX.
También aquí la izquierda utiliza un doble discurso. Condenamos con razón los asesinatos de miles de niñas y niños palestinos, pero no decimos una palabra sobre el dolor que sufre la sociedad ucraniana. ¿O valoramos las vidas de niños y niñas en el altar de la conveniencia geopolítica? No hace falta decir que actitudes como estas desacreditan a la izquierda y la convierten en meras piezas de un tablero de ajedrez global.
El tercer caso es la agresión de una potencia o Estado-nación contra un pueblo, como el caso de la violencia y el genocidio contra el pueblo palestino por parte de Israel y Estados Unidos. Pero también podemos incluir la violencia contra el pueblo kurdo por parte de cuatro países (Turquía, Irak, Irán y Siria). Es una historia típica de colonialismo e imperialismo, de invasión y agresión contra los pueblos de Vietnam, Mozambique y Angola, de la ocupación de África, India y China por potencias europeas en el pasado.
Aquí también aparece el doble discurso a la izquierda. Conocemos personas e incluso movimientos que se niegan a apoyar al pueblo kurdo porque simpatizan con Irán, porque lo ven como una nación opuesta a Estados Unidos. Son situaciones en las que los principios y valores éticos desaparecen, dando paso a un crudo pragmatismo en el que las personas son contadas sólo como objetos, como carne de cañón geopolítica.
En realidad, hay que empezar al revés. Digamos, por ejemplo, que apoyamos al pueblo mapuche, a los pueblos maya, nasa y misak, a todos los pueblos que están resistiendo, porque son sujetos de cambios posibles y deseables, cambios desde abajo. A partir de ahí todo encaja y las fuerzas, los pueblos y los Estados deben presentarse ante la lucha popular. Porque en estos años en los que la geopolítica se ha modernizado, los temas reales quedan oscurecidos por analistas que creen que ahora son los Estados los que ocupan ese lugar.
Esta tendencia es cada vez más fuerte, y estamos sólo en la primera parte del desorden global generalizado hacia el que nos dirigimos. A medida que la tormenta sistémica se intensifique, las oscilaciones serán mayores, el oportunismo de todo tipo parecerá razonable para muchos y el sinsentido se apoderará incluso de lo que queda del pensamiento crítico. Serán habituales las piruetas de la socialdemocracia alemana de 1914, que en cuestión de segundos pasó de afrontar airadamente la guerra a votar los préstamos que el gobierno exigía para la marcha al frente.
Por eso es importante tomar el timón con firmeza y no perderse en argumentos supuestamente racionales. No pierdas el foco, tus valores, bajo ningún concepto, por muy difícil que sea y por muy cara que sea la coherencia. Ese norte inalienable son las ciudades, la vida de la gente común, el dolor de las niñas y los niños, y no limitarse a condenar los crímenes que nos conviene condenar.
Es y será muy difícil, porque ahora todos los estados dicen que están haciendo lo que hacen por el pueblo, pero no dejan de castigarlo.





