Levantarse a las siete, trabajar ocho horas, responder treinta correos electrónicos, hacer compras, pasear al perro, cenar… Y tener sexo a las 20.30 horas. En el calendario, incluida la notificación. Parece una broma, pero no lo es. Cada vez son más las parejas que lo hacen: planifican sus encuentros sexuales como una reunión de trabajo o una clase de yoga. En tiempos de estrés, pantallas y días interminables, la intimidad parece haberse convertido en un tema más abierto en la agenda. Lo que una vez surgió de una chispa ahora requiere planificación.
La recesión sexual. El deseo, dicen los expertos, cada vez tiene menos espacio para aparecer. La sexóloga y terapeuta de pareja Nayara Malnero Lo describe detalladamente para eldiario.es con una frase que resume el sentir de muchos: “Tenemos vidas en las que no hay tiempo para la intimidad, ni para nosotros ni para nuestra pareja”.
Trabajar demasiado, dormir poco, cuidar a niños o ancianos, consultar las redes sociales antes de acostarse… Todo ello deja poco espacio para el contacto. La consecuencia, según diversos estudios citados atlántico Y Revista médica británicaEs parte de una tendencia global: la llamada “recesión sexual”, una disminución sostenida en la frecuencia de las relaciones íntimas tanto entre jóvenes como entre adultos.
Y ante esta falta de espacio, muchas parejas deciden hacer lo que hace apenas unos años era impensable: concertar una cita sexual. Según el estudio Relationship & Intimacy 2024 de The KnotEl 14% de las parejas casadas admiten hacerlo y reportan niveles de satisfacción sexual mucho más altos que aquellos que no lo hacen. En otra encuesta reciente citado de aturdidoEl 41% de los encuestados afirma programar sus reuniones varias veces a la semana, especialmente los más jóvenes.
¿Y por qué hacen eso? Para algunas parejas, programar relaciones sexuales no es una imposición, sino una forma de reservar un espacio que de otro modo desaparecería. una mujer de 28 años le dijo a la revista Dazed quien y su esposo comenzaron a escribir su “plan de intimidad” en una pizarra blanca. No como una obligación, sino como una forma de reservar tiempo real el uno para el otro: «No se trataba de ‘Es martes, es hora de hacerlo’, sino de asegurarnos de que esa semana tuviéramos un momento sin pantalla, solo para nosotros». otra pareja informó algo similar en Glamour: Después de meses de rutina, decidieron tener citas íntimas. “El deseo empieza por la mañana: nos mandamos mensajes provocativos, coqueteamos en la cena… Y la anticipación hace el resto”, subrayaron ambos que la planificación no mata la pasión; la despierta.
Terapeuta Heather McPherson lo describe de una manera sencilla: «Planificar relaciones sexuales significa agregar intención y emoción a la relación. Garantiza que priorices el vínculo con tu pareja». Dra. Por su parte, Kelly Casperon lo compara con algo tan mundano como el ejercicio: «Es como practicar deportes. Podríamos hacerlo en cualquier momento, pero si no lo planificas, no sucederá». Sin embargo, no todas las experiencias son positivas. Algunas personas, entrevistado por eldiario.esadmitió que tratar de incluir la intimidad en la agenda se convirtió en otra fuente de presión: «Se convirtió en una obligación. El deseo no puede surgir donde hay control o miedo», dijo uno de ellos.
Entre la terapia y el engaño. La mayoría de los expertos están de acuerdo: la planificación puede ser útil, pero sólo si no se convierte en un requisito. «Una cosa es estar emocionado por planear una cita (una cena, una escapada) y otra muy distinta es decir: ‘Tenemos que hacerlo porque tenemos que hacerlo’. El deseo no funciona con presión», advierte Malnero. En la misma línea, la sexóloga María Victoria Ramírez señala esta visión: Planificar encuentros “puramente genitales” puede ser contraproducente, pero planificar intimidad sin expectativas puede fortalecer el vínculo. “Podéis planificar tiempo sin compromiso para hablar, disfrutar de las cosas juntos y dar espacio al contacto físico”, sugiere.
En Terapia LaurelSus terapeutas de pareja lo expresan de esta manera: «La clave es comprender que la intimidad no siempre es sexo. Puede ser una conversación profunda, un masaje o simplemente reírse juntos. No es una obligación, es un espacio seguro para conectarse». Y la ciencia respalda esta opinión. Un estudio de la Universidad de York en Canadá ha mostrado que el sexo planificado no es menos satisfactorio que el sexo espontáneo. De hecho, la satisfacción sexual aumenta incluso para quienes ven la planificación como una señal de interés más que como una tarea.
¿Nos estamos desvaneciendo? Quizás el problema no sea la falta de ganas, sino la falta de tiempo. Vivimos en una cultura esto idealiza la espontaneidad: Cine de sexo, apasionado e improvisado. Sin embargo, la realidad, con sus horarios y responsabilidades, deja poco espacio para la magia instantánea. La terapeuta Inma Ríos lo explica asi: «Pretender que todo sucede por arte de magia es una forma de condenar la vida sexual. La anticipación del momento ya es placentera: estimula nuestras fantasías y alimenta la libido.»
Para la sexóloga Núria CanoEl deseo no desaparece: se transforma. «Cuando el enamoramiento desaparece, el deseo funciona de otra manera. Esperar a que surja puede ser el verdadero problema», señala. Y añade: «Pensar de antemano el encuentro puede estimular la imaginación e incluso la creatividad. Si organizamos fiestas, ¿por qué no planeamos sexo?».
El ritmo frenético de la sociedad moderna (trabajo, pantallas, multitarea) parece estar empujando a las parejas a organizarse. En este contexto, planificar el sexo sería menos una anomalía y más una adaptación cultural.
¿Cómo se mantiene el equilibrio? Los terapeutas coinciden en un punto clave: el éxito o el fracaso de la planificación depende del enfoque utilizado. Si lo haces con presión, se convierte en una carga. Pero si se hace con humor, juego y consenso, puede reavivar la relación.
De portales especializados Recomiendan cuidar los detalles: Planificar citas románticas, crear atmósfera, utilizar la anticipación como parte de la diversión o cambiar de escenario para mantener la emoción incluso dentro de un horario planificado. Una pareja británica que lleva 40 años junta le dice a The Guardian que “tiene sexo cada tres días, siempre al ritmo de Madonna”. Y aseguran que esa rutina, lejos de erradicar el deseo, los mantiene conectados desde hace décadas. “Para mí es emocionante contar los días hasta la próxima reunión”, admite. «La programación evita conflictos debido a diferentes deseos y nos da algo que esperar».
Un síntoma… Y una oportunidad. El auge del “sexo programado” dice mucho sobre el mundo en el que vivimos: un lugar donde la productividad y la falta de tiempo se han filtrado incluso en la intimidad. Pero también muestra que las parejas buscan soluciones creativas para superar el ruido.
La planificación puede ser una expresión de intención más que de rigidez: una forma de cuidar lo que el azar ya no garantiza. Quizás no se trate de convertir el sexo en una cita del Calendario de Google, sino de reservar un espacio -con o sin alarmas- para la presencia, el juego y el deseo. Porque al final el romance no muere por falta de espontaneidad. Muere por falta de tiempo. Y quizás, paradójicamente, la programación sea la forma más humana de restaurarlo.
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