En el corazón de Guaviare, el Departamento de Jungla del Sur de Colombia, siendo periodista, se ha convertido en una acción de alto riesgo. La violencia, que realiza grupos armados ilegales, como los disidentes de FARC y ERPAC, no solo amenaza a los campesinos y líderes sociales, sino que ahora indica directamente a los mensajeros que intentan contar lo que está sucediendo en esta región, olvidado por el estado.
Gustavo Chicangana, un conocido periodista Guaviare estereo, fue víctima de un ataque después de condenar la presencia de grupos armados en las zonas rurales del departamento. Unos días antes de recibir amenazas que le advirtieron que permaneciera en silencio. «Me dijeron que no volviera a hablar de eso, que sabían dónde vivo y quiénes eran mis hijos», dijo.
Este no es el único. Camilo Ramírez, otro periodista local, también debía intimidar que no estaba sometiendo a censura aplicada por la violencia. Decidió no cerrar: «Digo las cosas que son. Llamo a los asesinos, incluso si me cuesta vida».
La presión llevó a muchos periodistas a elegir una propia región o incluso abandonar la región. Sin embargo, otros confían, sabiendo que su trabajo es necesario para Colombia para no olvidarse de las voces de aquellos que aún viven en medio del conflicto.
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