Con Trump a la cabeza de los Estados Unidos, Occidente se enfrenta a una de sus partes más significativas de la Segunda Guerra Mundial y asiste al 80. aniversario de su fin mientras observa la creciente alianza de los chino-rusos.
Rusia celebra este viernes el 80. aniversario de la Derrota del III Reich con una gran parada militar en la Plaza Roja. La imagen que quedará grabada en la memoria de estos eventos son los líderes rusos, Vladimir Putin y el chino Xi Jinping, quienes reciben un reconocimiento en un momento que marca un antes y un después en la alianza entre Moscú y Beijing. En un contexto donde Occidente se ve dividido y sumido en el caos, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha demostrado su capacidad para socavar la multilateralidad y fomentar un creciente aislacionismo.
En medio de este panorama, Ucrania intenta usar el recuerdo de la victoria sobre el nazismo para presentarse como un nuevo Reich y movilizar apoyos internacionales en su contra, pero parece que este año ha tenido poco éxito. El enfoque del gobierno de Trump sobre el conflicto ucraniano ha desnudado las debilidades de la OTAN y reconfigurado el sistema de seguridad en el viejo continente, algo que no se había visto desde 1945.
Fue la URSS, no Ucrania, quien venció a los nazis y llegó a Berlín
Es importante aclarar la historia: Ucrania no luchó como un estado o fuerza militar independiente durante la Segunda Guerra Mundial, sino que participó como luchadores bajo la bandera soviética o como integrantes de unidades militares invasoras nazis.
La Unión Soviética, el país que es sucesor de Rusia, fue el que hizo el esfuerzo más significativo para derrotar a Alemania, independientemente de los presidentes ucranianos como Volodimir Zelensky y los líderes europeos que intentaron distanciarse de Moscú. La URSS sufrió 27 millones de muertes entre civiles y soldados durante dicha contienda, logrando que sus tropas estuvieran entre las primeras en entrar a Berlín y colgar la bandera roja en las ruinas del Reichstag. Sin esa intervención crucial de la URSS, es posible que Europa no se hubiera liberado de la opresión nazi o que el desembarco de Normandía no hubiera tenido el mismo impacto.
Sin embargo, la propaganda ucraniana, apoyada por Bruselas, intenta cambiar esta narrativa histórica, como si el 9 de mayo, día en que Rusia celebra el Día de la Victoria en Alemania Nacional, fuera un mero evento ceremonial. Un grupo de ministros de diversos países europeos visitará Lviv, en el oeste de Ucrania, en un esfuerzo por evitar dar aire a las celebraciones de Moscú.
En Europa, el 8 de mayo es la fecha que se conmemora como el día de la victoria, en contraste con la percepción de que esa victoria fue sin reconocimiento ni gloria. La simpatía por Putin y la implicación de la Unión Europea en las conversaciones de paz han quedado relegadas en Bruselas, donde veintidós estados expresaron el deseo de no compartir celebraciones con sus antiguos aliados de la Segunda Guerra Mundial.
La alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, afirmó que «todos los que luchan por la paz deberían estar en Ucrania, en lugar de Moscú, este mayo», cuestionando la legitimidad de la asistencia de líderes mundiales a la celebración en Moscú, donde destaca la presencia de Xi Jinping.
Kallas enfatizó que Europa es un proyecto por la paz, a pesar de las inversiones millonarias que Bruselas destina a la recuperación del continente.
Rusia gana el día de la China
Dada la escasa presencia de los líderes europeos en las celebraciones del 80. aniversario de la derrota nazi, la atención se centró en Moscú. Este año, el Día de la Victoria, o la Gran Guerra Patria como se le llama en Rusia, adquiere un significado especial. La reconfiguración del paradigma de seguridad europeo que ha desembocado en la guerra en Ucrania ha fortalecido la nueva alianza entre China y Rusia, que se enfrenta a las sanciones y represalias de Estados Unidos, especialmente dirigidas a China.
A pesar de la falta de sanciones por parte de Moscú contra Pekín, Rusia nunca dejó de lado sus relaciones con China. La visita de Xi Jinping no es solo para celebrar el 9 de mayo, sino para consolidar una asociación estratégica en momentos de creciente tensión con Occidente, ofreciendo un claro mensaje al gobierno de Trump: hay un nuevo orden mundial, y para alcanzar la paz, Washington deberá dialogar tanto con Moscú como con Beijing de igual a igual.
Durante la celebración en la Plaza Roja, han sido invitados contingentes militares de varias naciones, aunque Beijing ha negado cualquier contribución militar a la causa rusa en Ucrania. Sin embargo, su apoyo económico es indiscutible, ya que Beijing ha absorbido una parte considerable del gas y el petróleo que Moscú dejó de vender a Occidente tras el inicio de las sanciones. Putin, a su vez, anunció la firma de un nuevo contrato con China, que involucra la promoción de inversiones mutuas y que se estima en más de $200.000 millones en proyectos.
La presencia de Xi como invitado principal en Moscú buscaba marcar la diferencia con las conmemoraciones en las que expertos critican la confrontación económica con los Estados Unidos y la pérdida de sus antiguos aliados de la Segunda Guerra Mundial. Durante este periodo tenso en el que la invasión de Ucrania ha sido condenada por muchos, Moscú ha optado por recurrir a un discurso cada vez más hostil hacia Occidente, logrando atraer el apoyo tácito de varios países de América Latina, Asia y África, y reafirmando sus lazos con China.
Desde el primer desfile del 24 de junio de 1945 hasta el actual 9 de mayo, la historia ha tenido sus altibajos. Tras la guerra fría, en la década de 1990, durante el mandato de Borís Yeltsin, se vivió una apertura que culminó con la llegada de Putin al poder. En las conmemoraciones de años anteriores, líderes de Estados Unidos, Alemania y Francia se presentaron en Moscú para participar.
Los años de tranquilidad y cooperación se vieron interrumpidos por las decisiones de la OTAN de acercar a Ucrania y Georgia, lo que ha envenenado las relaciones y empañado la memoria de la victoria sobre el nazismo.
Conmemoración marcada por la guerra en Ucrania
En junio de 1945, el ejército soviético celebró con orgullo su victoria, mientras que la actual conmemoración revela las realidades del conflicto en Ucrania, donde las tropas rusas siguen presionando contra Kiev, generando un nuevo cambio en la geopolítica europea.
Putin exige reconocimiento de las victorias rusas en la guerra, mientras mantiene el control sobre una quinta parte del territorio ucraniano, incluyendo regiones ocupadas desde el inicio de la invasión el 24 de febrero de 2022. Para el Kremlin, es crucial seguir avanzando en sus objetivos territoriales.
Esos territorios, particularmente en el este de Ucrania, se caracterizan por un alto porcentaje de población rusófona, algunas de ellas como Crimea y el Donbás. Moscú justifica su invasión levantando la bandera rusa, una acción que encuentra eco en la memoria histórica que sostiene su discurso.
La cuestión de Crimea es emblemática, ya que en 1954, Nikita Krushchov cedió la península de Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania, un acto que ahora es utilizado por Moscú para justificar su intervención tras la independencia de Ucrania en 1991 y la posterior anexión en 2014.
Nazi pasado y ultranacionalismo ucraniano
Un argumento que Rusia ha utilizado para intentar justificar su invasión a Ucrania es el concepto de «denazificación». Este término se asocia a las formaciones ultranacionalistas que existieron en el país y que, en el contexto histórico, se alinearon con el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante, mientras algunos ucranianos vieron a los alemanes como liberadores del yugo soviético, otros se unieron al ejército soviético.
La memoria colectiva rusa resalta el vínculo entre el ultranacionalismo ucraniano y el nazismo, particularmente durante la operación Barbarroja, en 1941. Este conflicto fue parte de una respuesta más amplia a los crímenes del régimen soviético, que dejó un legado trágico en la historia de Ucrania, incluido el Holodomor. Sin embargo, este ciclo de terror y barbarie no puede ser utilizado para justificar la invasión contemporánea de un país soberano cuyo ultranacionalismo actual es un aspecto más complejo del conflicto.
A pesar de este contexto histórico, la memoria de la colaboración entre algunos grupos ucranianos y el régimen nazi es explotada por Rusia para legitimar sus acciones. Pero prevalece el hecho de que, a lo largo de la historia, muchos ucranianos hicieron contribuciones significativas en la resistencia contra la opresión, aún cuando algunos se alinearon con fuerzas opresivas.
La narrativa rusa actual plantea una imagen simplificada y polarizada que ignora la complejidad del conflicto, lo que solo prolongará la discordia y dificultará un entendimiento mutuo entre ambas naciones. Es evidente que el camino hacia la paz no puede ser logrado a través de narrativas unilaterales, sino que requiere un compromiso genuino con el diálogo y la reconciliación.
05.09.2025