Los residuos mineros están cambiando la vida en las profundidades del Pacífico – Noticias ultima hora

A más de mil metros bajo el Pacífico, una nube nubosa se disipa lentamente. No es contaminación lo que es visible desde la superficie, pero podría cambiar los cimientos del océano. Esta nube -una mezcla de sedimentos, metales y desechos mineros- es el subproducto de una nueva fiebre global: la carrera por los minerales del fondo marino.

Un estudio reciente publicado en la naturaleza advierte de un riesgo poco conocido. Al extraer metales del fondo marino, se libera una nube de polvo de desechos durante la minería submarina. Este material puede sustituir el alimento que millones de pequeños organismos necesitan para sobrevivir. Son criaturas diminutas, casi invisibles, pero sin ellas no existirían los peces, las ballenas ni la vida marina tal como las conocemos.

Un problema profundo. Un equipo de la Universidad de Hawaii en Mānoa analizó por primera vez el impacto de un desastre de prueba durante una operación minera en el Pacífico. Los investigadores comprobaron que los residuos producidos por la extracción de nódulos polimetálicos -rocas del tamaño de una patata llenas de metales valiosos como níquel, cobalto o manganeso- pueden inundar el llamado «océano crepuscular», una zona que se extiende entre 200 y 1.500 metros de profundidad.

Los resultados son abrumadores: las partículas resultantes del proceso de degradación son entre 10 y 100 veces menos ricas en nutrientes que las partículas naturales. “Es como sustituir la comida por aire” explica Michael DowdAutor principal del estudio. Su trabajo muestra que estos desechos pueden desplazar partículas orgánicas que alimentan al zooplancton y otras especies, que a su vez alimentan a peces, ballenas y atunes.

El estudio, realizado en la zona Clarion-Clipperton -una vasta región del Pacífico que cubre 1,5 millones de kilómetros cuadrados bajo licencia de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA)- constató que el 65% de las especies analizadas dependen de partículas mayores a seis micrómetros, precisamente las que serían reemplazadas por los desechos mineros. Más de la mitad del zooplancton y el 60% del micronecton se alimentan de ellos.

El viaje del desperdicio. La minería submarina crea una corriente de agua, sedimentos y metales que se bombea a un barco en la superficie. Allí se separan los valiosos minerales y el resto del material, una mezcla de barro y fragmentos inorgánicos, se devuelve al mar.

El problema está en dónde se devuelve. Algunas empresas, como The Metals Company (TMC), han sugerido Libera el residuo en la llamada “zona mesopelágica”, una zona llena de vida microscópica. Los científicos dicen que esto podría provocar un «efecto cascada»: los organismos que filtran partículas para alimentarse se quedarían sin nutrientes, y los depredadores que dependen de ellos, desde peces hasta ballenas, podrían migrar o morir de hambre.

Por eso los autores recomiendan que las empresas que insisten en la minería al menos devuelvan los sedimentos al fondo marino donde fueron extraídos, aunque esto sea más caro y técnicamente más complejo. Sin embargo, la empresa que financió el estudio pero no intervino en sus conclusiones dijo: aseguró a The Verge La empresa tiene previsto liberar los residuos a una profundidad de unos 2.000 metros por debajo del área analizada por los investigadores. Según el director de Medio Ambiente, Michael Clarke, las partículas se disuelven rápidamente y hay menos vida planctónica a estas profundidades.

Las reglas del fondo: la lucha en la ISA. Las reglas del fondo marino todavía se escriben a cámara lenta. La regulación es responsabilidad de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), la organización de las Naciones Unidas responsable de la gestión de los recursos minerales en aguas internacionales. La ISA trabaja en un código minero desde 2014 aún no está aprobado. Actualmente sólo se han otorgado licencias de exploración, pero ninguna para uso comercial.

Mientras tanto, algunos países presionan para avanzar sin esperar al código final. De hecho, Donald Trump intentó eludir el proceso internacional al firmar una orden ejecutiva que permitía a las empresas estadounidenses obtener permisos para explotar el fondo marino. La secretaria general de la ISA, Leticia Carvalho, consideró la medida como un “precedente peligroso que podría desestabilizar la gobernanza marítima”.

Un organismo geopolítico en disputa. El interés estadounidense reside en la guerra tecnológica y comercial con China. El gigante asiático controla alrededor del 70% del mercado mundial de tierras raras y tiene varios contratos de exploración en la zona Clarion-Clipperton. Dada esta dependencia, la Casa Blanca intenta asegurar su propio suministro de metales estratégicos fomentando la minería en aguas profundas y creando reservas nacionales, pero el país no ha ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS). En otras palabras, Estados Unidos no forma parte de la ISA.

Países como Noruega, Japón, Papúa Nueva Guinea y China siguen adelante con sus proyectos. En la última reunión de la ISA, 32 naciones -incluida España- pidieron una moratoria global para frenar la minería submarina hasta que se comprendan mejor sus impactos.

Entre dos cuerpos de agua. El destino de los fondos marinos se escribe simultáneamente en los laboratorios y en las salas de negociación, lejos del silencio azul que existeTodavía no lo entendemos del todo. Lo poco que sabemos es que debajo de esta oscuridad se esconden los metales del futuro y tal vez el precio de extraerlos.

Imagen | desempaquetar

| Mientras la controversia sobre la minería submarina parecía calmarse, el descubrimiento del oxígeno negro amenaza con reavivarla.

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