San Salvador. Sábado 26. Abril de 2025. Años. En el contexto actual, El Salvador se ha transformado en un escenario de confrontación y tensión, donde la política agresiva de deportaciones indocumentadas impulsada por el presidente de los Estados Unidos, Trump, ha entrado en conflicto directo con las normativas legales que garantizan el derecho al debido proceso. Esta situación representa un dilema ético y jurídico que provoca un gran impacto en la vida de muchas personas directamente afectadas por estas decisiones arbitrarias.
Desde mediados de marzo, ha habido un notable aumento en la repatriación de venezolanos, con tres vuelos llegando a El Salvador, que transportaron a más de 200 individuos acusados de vínculos con grupos criminales. Estas personas fueron deportadas sin contar con pruebas contundentes que respaldaran las acusaciones. Entre ellos se incluyeron miembros de la organización Entrenador de Aragua, con raíces en Venezuela, así como 23 presuntos integrantes de la pandilla MS-13.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Kilmar Abrego, un salvadoreño que llegó en uno de estos vuelos relacionados con MS-13. Su deportación fue un «error» que lo llevó a regresar forzosamente a un país en el que no había estado por años. Abrego residía previamente en Hyattsville, en el condado de Prince George, Maryland, donde llevaba una vida tranquila hasta que la política de deportación lo atrapó.
Todos los expulsados fueron llevados a un Centro de Prisión de Terrorismo (CECOT), donde se reevalúa su situación legal. En el caso de Abrego, ha sido trasladado recientemente a una prisión en el oeste del país, lo que ha generado más preocupación respecto a su seguridad y al respeto de sus derechos.
Juicio honesto
Bessy Ríos, defensora de derechos humanos, comentó sobre el proceso judicial que deberían recibir estos individuos. «Todo lo que debe tomar el procedimiento; es simplemente: si alguien es considerado miembro de una pandilla, llévelo a juicio, revise sus antecedentes y que el juez ordene la verdad», dijo Ríos. El caso de Abrego ha adquirido notoriedad a nivel internacional. Su situación apunta a la violación de los derechos humanos y del debido proceso, ya que el gobierno de Trump ha ignorado un mandato de la Corte Suprema de Justicia que ordenaba facilitar el regreso de Abrego a los Estados Unidos para continuar con su proceso en 2019.
A pesar de las resoluciones judiciales en su favor, la Casa Blanca ha desestimado las responsabilidades y ha transferido la carga al gobierno salvadoreño de Nayib Bukele. Según documentos oficiales, Abrego fue arrestado el 28 de marzo por agentes de policía, quienes argumentaban que él era miembro de MS-13.
El 24 de abril de 2019, un juez de inmigración validó los informes policiales contra Abrego, pero tras la apelación de su defensa, un segundo juez mantuvo la decisión inicial. No obstante, el 19 de octubre, el Tribunal de Baltimore emitió una resolución que suspendió temporalmente su deportación, lo cual muestra las contradicciones en el manejo del caso.
Ríos manifestó la preocupante realidad: «Finalmente, Estados Unidos y El Salvador violan el proceso prescrito, porque no son culpables en juicio. No estoy diciendo que lo sean, pero por ahora son legalmente inocentes». Por su parte, el criminólogo Misael Rivas advirtió sobre la falta de un castigo judicial definitivo respecto a la expulsión, ya que estas personas, en medio de sus procesos legales, son transferidas a otros centros de detención.
Rivas mencionó que este sistema es habitual en Europa, donde, entre otros acuerdos, destaca uno firmado en 2015 entre los Países Bajos y Noruega. «Esto significa que el acuerdo entre Estados Unidos y El Salvador no es nuevo», comentó Rivas en Día.
A diferencia de los acuerdos europeos, el pacto entre Trump y Bukele ha sido mantenido bajo un velo de confidencialidad, y se desconoce si existen archivos judiciales que respalden estas transferencias.
Políticamente de cuatro lados
El 16 de abril, el senador demócrata Chris Van Hollen ingresó en la discusión para asegurar que se cumplieran los procedimientos y resoluciones judiciales en el caso de Abrego. Van Hollen logró tener una reunión con él, quien fue trasladado a un hotel en San Salvador tras ser liberado de la prisión, un movimiento que fue aprobado de mala gana por el gobierno de Bukele.
El congresista había denunciado previamente que no le fue permitido acceder a CECOT, y expresó su desacuerdo con la situación. «¿Y quién lo llevó? ¿Y quién lo convenció de entrar en él? No sé cómo parece una situación tan injusta», remarcó, refiriéndose a los intereses políticos electorales que afectan a las comunidades latinas en los Estados Unidos, especialmente con las elecciones de noviembre de 2026 en el horizonte.
El 21 de abril, un grupo de cuatro congresistas demócratas llegó a San Salvador con el mismo objetivo de reunirse con Abrego, aunque sus intentos resultaron infructuosos. Al mismo tiempo, el gobierno salvadoreño estaba en conversaciones con representantes de Florida, incluido Ana Paulina Luna, quien ha confirmado su presencia para el 8 de mayo.
Desde marzo de 2022, Bukele ha liderado una lucha implacable contra las violentas pandillas MS-13 y Barrio 18, debiendo enfrentarse a la crítica por las numerosas detenciones de personas inocentes. Para muchas familias salvadoreñas, que han visto a sus seres queridos encarcelados sin motivos justificados, la llegada de políticos estadounidenses resalta las graves violaciones a los derechos humanos que persisten en El Salvador.
“Las visitas han alertado al mundo sobre la situación de derechos humanos en El Salvador”, afirmó Día Salvador Ruiz, un miembro del comité de víctimas de la región de Bajo Lempa en el sur del país. Ruiz denunció que 232 jóvenes de esta región fueron incarcerados injustamente como miembros de pandillas, sin pruebas suficientes. En una caso trágico, José Rigoberto Vega González, un joven de 28 años, murió el 4 de abril después de haber sido arrestado y encarcelado durante 15 meses en la prisión de Izalco.