«Para confiar, perdí todo»
La conmovedora historia de Ana Mercedes Pérez, una destacada médico con especialización en matemáticas, refleja las complejidades y riesgos de ser co-deudor en un préstamo. Ana pasó diez años dedicando su vida a la enseñanza en UPTC y, desafortunadamente, su experiencia sirve como un grito de alerta para aquellos que perciben el rol de «Co-Deudor» como un mero respaldo financiero.
En el año 2008, Ana firmó como garante de su colega Héyder Carlosama, quien solicitó un préstamo educativo para llevar a cabo su doctorado en la prestigiosa Universidad de Berkeley. Sin embargo, Héyder nunca completó sus estudios y, desde entonces, ha desaparecido sin pagar ni un centavo por su parte correspondiente en la deuda académica. Esta situación ha dejado a Ana Mercedes enfrentando una carga financiera monumental, que supera los $ 1.2 mil millones. Además, ha visto cómo sus activos desaparecen y vive al día, enfrentando problemas graves de salud derivados del estrés y la ansiedad. El préstamo original era de $ 320 millones, pero los intereses han crecido de tal manera que se suman más de $ 12 millones mensuales, según revela la documentación judicial.
El otro co-deudor también ha desaparecido, lo que ha llevado a la universidad a iniciar un proceso legal desde 2016 para recuperar el dinero adeudado. En medio del avance del proceso, la deuda de Ana sigue creciendo cada vez más, mientras ella intenta cumplir con sus obligaciones financieras.
¿Qué significa ser co-deudor?
En Colombia, ser co-deudor implica asumir la misma responsabilidad legal que el titular del préstamo. No es un simple respaldo «por si acaso», sino un compromiso financiero que es de la misma magnitud que el del deudor principal.
Cuando el deudor principal falta a sus pagos, ¿a quién le corresponde la responsabilidad? Así es como Ana Mercedes Pérez ha quedado atrapada, poniendo en riesgo incluso el único bien que ha logrado conservar: un terreno en Paipa, donde una vez soñó construir su cómodo hogar para su vejez.
El desafío que enfrenta no es meramente económico; es profundamente emocional, social y un problema de salud. La carga financiera completamente se transfiere a la persona que pensó que estaba brindando ayuda, en este caso, Ana, quien ahora carga con las consecuencias.
¿Qué sigue?
La defensa del profesor Ana Mercedes es manejada por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, la cual ha propuesto estrategias como localizar al profesor Carlosama o buscar una forma de conciliación. Hasta la fecha, UPTC no ha hecho anuncios públicos al respecto.
El abogado de Ana resume la situación de forma contundente: Palabra por palabra, así se expresa:
«El proceso solo terminará cuando aparezca Héyder, si se produce la reconciliación, si la deuda se reembolsa o cuando los involucrados falten», declara el abogado de la profesora.
Una declaración dura, real y dolorosa para quien no debería haber sido el responsable de esta situación.
Más que una advertencia, una lección
Este caso no debe ser ignorado. No se trata únicamente de la historia de una mujer mayor atrapada en una deuda ajena. Es un reflejo de lo que le puede suceder a cualquiera. Las garantías no están aseguradas por la buena fe, sino por la letra de la ley, que no perdona una firma.
Firmar como co-deudor significa comprometer ingresos, bienes, estabilidad emocional, salud y, en última instancia, la vida misma.
¿Realmente vale la pena asumir tal riesgo? ¿Hasta dónde la confianza justifica una carga que puede persisitir indefinidamente?
El silencio de la institución también hiere
Mientras Ana enfrenta la pesada carga de la deuda y todas sus malas consecuencias, la universidad permanece en silencio. Ese silencio es doloroso.
Porque UPTC, como institución pública que otorgó el préstamo, debería mostrar apoyo y solidaridad. En realidad, esta es una mujer que sufre en soledad las consecuencias de un favor que se convirtió en un fardo.
¿No podría haber algún tipo de intervención solidaria, una búsqueda de soluciones que no sólo dependan de las decisiones legales? ¿No existe un comité ético, un mecanismo de conciliación, o algún tipo de revisión del caso que esté más allá de lo legal?
Cuando las instituciones optan por el silencio, es la gente quien tiene que lidiar con el desgaste emocional y financiero.
Firmar como co-deudor no es un simple gesto simbólico; es una responsabilidad real que podría costar la tranquilidad en cualquier etapa de la vida.
Una deuda que no era tuya… pero ahora sí lo es
La historia de Ana Mercedes Pérez no debe repetirse, y mucho menos ser ignorada.
Firmar como co-deudor puede parecer un acto noble, pero es un compromiso legal que no admite excusas, olvido ni desinterés.
A día de hoy, Ana no solo se enfrenta a esta carga económica, sino que también lidia con un sinfín de consecuencias que afectan su confianza en el sistema académico, además de un amigo que nunca se concretó y que, lamentablemente, está ausente.
La deuda sigue creciendo, a la vez que su salud y el sueño de una vejez digna parecen irse alejando cada vez más.
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