En un mundo donde una cuarta parte de la población enfrenta la inseguridad alimentaria, un reducido grupo de multinacionales ejerce un control casi hegemónico sobre la industria alimentaria. Empresas como Grupo Syngenta, la suiza, Bayer y BASF de Alemania, KWS, Cortava de Estados Unidos y Limaagrain de Francia dominan aproximadamente dos tercios de las semillas comerciales a nivel global, perpetuando una preocupante tendencia hacia la concentración empresarial.
En las últimas tres décadas, este oligopolio sobre la industrialización de las semillas ha ido acompañado por la adquisición o eliminación de miles de pequeñas y medianas empresas del mercado por parte de estos gigantes. Paralelamente, en lo que va del siglo XXI, ha desaparecido un impactante 75% de la diversidad genética de los cultivos. Este alarmante dato ha sido destacado en el texto Las semillas en peligro. Lucha mundial por el control de la alimentación, un informe de la suboficial de swissaid, Alianza Soberana Food Alliance, Simonciones en Périla. Les Luttes Mondiales Pour le Concoró de L’ExveeCion (https://swissaid.kinsta.cloud/wp-content/uploads/2025/04/semencenper_frz_web2-final.pdf).
Las plantas constituyen más del 80% de la dieta humana y, por ende, el monopolio sobre las semillas adquiere una relevancia crítica. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha identificado y descrito 250,000 especies de plantas superiores, de las cuales 30,000 son comestibles. De estas, 30 cultivos son fundamentales para la alimentación humana; cinco cereales (arroz, trigo, maíz, mijo y sorgo) aportan el 60% de las calorías a la población mundial. Con la proyección de que para 2050 la población alcanzará los 9,000 millones, es imperativo aumentar la producción de alimentos en un 60% para satisfacer las necesidades alimentarias esenciales. Por lo tanto, el control sobre las semillas se erige como una de las principales batallas que no solo afecta el presente, sino el futuro de la humanidad.
Nada va
El dominio de estas seis multinacionales sobre alrededor de dos tercios de las semillas comerciales pone de manifiesto una clara crisis alimentaria a nivel internacional, tal como se señala en Las semillas en peligro. Esta situación está acompañada por una rápida disminución de la biodiversidad que afecta sobre todo a las comunidades más vulnerables, como los trabajadores agrícolas y los campesinos, quienes están soportando el peso de la creciente crisis ambiental y económica.
Las semillas son la base de todos los sistemas alimentarios, puesto que contienen la información genética que determina las características y el rendimiento de los cultivos. La diversidad de variedades de semillas disponibles es el resultado del esfuerzo colectivo y la labor de los agricultores, quienes han mantenido esta riqueza a lo largo de miles de años, transmitiéndola de generación en generación. Más de 10,000 campesinos han elegido, intercambiado y conservado esta herencia, que hoy enfrenta un serio riesgo de extinción.
Desde la acelerada industrialización de la agricultura tras la Segunda Guerra Mundial, la selección de semillas se ha convertido en un negocio altamente lucrativo para las empresas especializadas. En diversos países europeos y en América del Norte, esta actividad está regulada por leyes de propiedad intelectual. No obstante, en muchas naciones del sur, donde hasta un 90% de las semillas son conservadas por los agricultores, este enfoque se adapta con dificultad a su contexto. Paradójicamente, varios países del Sur han adoptado regulaciones sobre las semillas que son tan estrictas, o incluso más, que las que rigen en el Norte global.
Las grandes multinacionales buscan consolidar su poder sobre la producción y comercialización de semillas y alimentos, aprovechando la complejidad de la legislación en torno a los derechos de propiedad intelectual. En repetidas ocasiones, Las semillas en peligro señala que estas leyes son incorporadas a los acuerdos comerciales internacionales, lo que permite a las corporaciones dictar qué tipo de semillas se comercializarán y, por ende, cuáles cultivos se producirán.
Esta dependencia de los agricultores locales respecto a las semillas de las multinacionales limita su autonomía y capacidad de elección en sus prácticas agrícolas. Como resultado, su capacidad para cultivar alimentos de calidad se deteriora, comprometiendo sus esfuerzos para erradicar el hambre en sus comunidades. Este escenario contribuye al desarrollo de monocultivos, enfatizando la producción orientada a la exportación y generando efectos adversos sobre la biodiversidad. Esto también conlleva el uso excesivo de fertilizantes químicos, semillas híbridas y organismos genéticamente modificados.
Ideas innovadoras
Para transformar los sistemas alimentarios, los coeditores de Las semillas en peligro sostienen que es necesario repensar nuestra relación con las semillas. Michael Fahhri, relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, ha afirmado que «los sistemas de semillas [propios] permiten a los agricultores cultivar alimentos que se adaptan al cambio, fortaleciendo así las comunidades y mejorando la resiliencia de los sistemas de alimentación».
A pesar de la dominación de las grandes corporaciones a lo largo de la cadena agrícola mediante tecnología, legislación y control de mercado, existen herramientas de resistencia promovidas por el principal movimiento social del campo. Entre las posibles estrategias, se sugiere el fortalecimiento de leyes antimonopolio y la revisión de regulaciones sobre propiedad intelectual y tratados comerciales.
Los movimientos sociales en áreas rurales nos recuerdan que este monopolio ha sido legitimado por la OMC, el Banco Mundial y el FMI. Estas instituciones apoyan marcos legales que favorecen la protección de los derechos de propiedad sobre las plantas, como UPOV (Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales), que limita el intercambio, uso, donación y venta de semillas locales entre agricultores, dificultando el control sobre sus propias semillas. Esto ha llevado a que los agricultores sean penalizados simplemente por conservar sus semillas originales, un proceso que a menudo es regulado y restringido (https://nyeleni.org/es/category/los-boletines-nylen-en-38-semillas-campesinas-el-corazon-la-la-lucha-por-la-soberiani-alimentaria-es/).
Organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales respaldados por la declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otras personas que laboran en áreas rurales (NEDROP), ratificada en 2018 por la Asamblea General de la ONU, trabajan para promover el derecho a las semillas, la biodiversidad y garantizar que los campesinos participen en decisiones que impactan sus vidas y sus entornos (https://www.eurovia.org/wp-content/uploads/2019/10/declacion-final-espanol-completa.pdf).
La publicación Las semillas en peligro también visibiliza iniciativas creativas. Actualmente se están desarrollando cientos de variedades tradicionales y nuevas bajo una licencia de código abierto (una analogía utilizada también en el ámbito del software) para proteger esos conocimientos y prácticas contra la privatización. Una coalición global de organizaciones y movimientos lleva a cabo estas iniciativas en cinco continentes.
En diferentes regiones se están estableciendo bancos de semillas para resguardar la diversidad genética. Un ejemplo de esto es el Banco Mundial de Semillas, conocido como la Bóveda Global de Semillas situada en la isla noruega de Spitsbergen, que fue construida como un refugio para preservar muestras de todas las variedades de cultivos alimenticios del planeta. También se le denomina el «fin del mundo» debido a su diseño que lo protege de terremotos, bombardeos y otros desastres.
La lucha por la soberanía de las semillas es parte de la identidad de los movimientos sociales rurales a nivel internacional. Agrupa a más de 200 millones de campesinos, pequeños agricultores y pueblos indígenas, quienes consideran que las «semillas campesinas» son un patrimonio de la humanidad. Este concepto fomenta el intercambio de semillas y productos agroecológicos en mercados locales y regionales, abogando por la agricultura orgánica tanto en entornos urbanos como rurales. Apuesta por la recuperación de la memoria histórica y el legado cultural relacionado con la gestión de semillas, resistiendo así la expansión de productos y cultivos transgénicos.
05.05.2025