Here are a few options for changing the title «Raíz de crueldad» using synonyms while keeping the same meaning: 1. «Fundamento de brutalidad» 2. «Origen de severidad» 3. «Base de maldad» Let me know if you need more options!

¿Por qué la crueldad represiva contra los jubilados que requieren derechos no solo se tolera, sino que también se celebra por una parte significativa de la población argentina? ¿Por qué la masacre de personas auténticas durante el impacto nacional en Bolivia es recordada como un momento épico de lucha contra la «tirana» socialista, a pesar de ser un enfoque violento por parte del gobierno? ¿Por qué la atracción hacia la persecución de migrantes de piel marrón se convierte en un deporte nacional en los Estados Unidos, respaldado por una parte importante de su población?

La pregunta que subyace aquí es: ¿Qué ha llevado a esta orquídica humana que hoy tiene cartas de ciudadanía y, sorprendentemente, a la justificación moral entre las élites comerciales y ciertos segmentos de la clase media a nivel global?

La respuesta podría estar relacionada con los algoritmos dañinos que propagan la desinformación entre los ciudadanos, quienes se asoman ansiosamente a las redes digitales. Sin embargo, este contexto es incompleto, ya que, en muchas ocasiones, se convierten en «microclóps de Tiktokeeros.» Es evidente que hay una tendencia que no se alimenta únicamente de lo que aparece en sus pantallas, sino que refleja un conjunto de valores y creencias más profundas que están lejos de ser simples.

Ninguna narrativa tiene el poder social necesario si se construye de manera gramaticalmente individual; su fuerza proviene de la habilidad para combinar unidades colectivas previamente disponibles con sentido. La cuestión es, entonces: ¿por qué ahora los discursos antigualitarios, racistas y misóginos encuentran tantos seguidores a nivel mundial?

En una era marcada por la estabilidad y el crecimiento económico, se observa que aquellos que se autodenominan del «centro» son quienes logran mayores niveles de aceptación social, a pesar de sus agujeros o variaciones significativas en el orden social. No hay incentivos para cuestionar las estructuras ya establecidas, lo cual crea un estancamiento en el debate político.

Pero cuando se deja de lado la regulación del ingreso económico y las jerarquías sociales, las creencias políticas y legítimas son la base de la cohesión marginal. Este proceso tiene lugar cuando los beneficios económicos para la mayoría de los ciudadanos de un país se ven obstruidos por sistemas de poder anacrónicos que sólo sirven a una élite pequeña en comparación con otros ámbitos globales.

El caso de Estados Unidos es paradigmático. Según un estudio de J. Francis, desde 1970 hasta 2021, la participación de los hombres blancos en el ingreso nacional cayó del 70 por ciento al 41 por ciento. Aunque los ingresos brutos semanales de esta misma población han experimentado un estancamiento, su situación ha empeorado en comparación con las mujeres, la población afroamericana y los latinos, quienes han visto una disminución de casi la mitad en sus posiciones relativas. Mientras que hay una creciente igualdad en la distribución del ingreso, también se percibe una crisis en las antiguas jerarquías económicas y raciales.

Esto lleva a una crisis del sentido del orden en la sociedad estadounidense, generando una predisposición a desafiar creencias establecidas. La lucha se enmarcado en nuevas narrativas que asignan culpas a migrantes de América Latina, planteando que tal migración es un destino «inevitable». Este discurso de una «batalla final» que redime la venganza explica, al menos en parte, el ascenso de figuras como Trump y la lógica detrás de su victoria electoral.

En el caso de Bolivia, el ascenso de los movimientos sociales indígenas y la desmantelación de jerarquías raciales en el acceso al poder estatal provocaron reacciones de las antiguas clases medias antigualitarias. Entre 2006 y 2019, un 30 por ciento de la población mayoritariamente indígena logró salir de la pobreza y ingresar en el sector medio. Además, los mecanismos para el acceso a cargos públicos y para el reconocimiento oficial están cada vez más regulados por la identidad indígena. Estos hechos concretos demuestran un proceso de democratización material, aunque también revelan un profundo temor moral entre segmentos de la sociedad que rechazan estos cambios, recordando épocas donde la violencia contra los indígenas se justificaba bajo razones de «salud pública.»

Como el caso en Brasil ilustra, reacciones similares se evidencian durante lo que Marco Porto denomina “los niveles de la clase media” en periodos de gobierno que han logrado el acceso a la educación universitaria y derechos laborales. Esto ha generado una brecha en el acceso a mercados de consumo, reservando espacios previamente para los sectores medios y profundizando la distinción entre clases.

En Argentina, una imagen reciente que refleja la participación de los empleados en el Producto Interno Bruto (PIB) ilustra el elevado odio autoritario hacia las jerarquías sociales antiguas. A pesar de los progresos en la igualdad material, persiste una gran frustración, especialmente con el mileísmo de Kirchner y las políticas redistributivas que no lograron resolver los problemas económicos generados por la inflación.

La situación en Europa también muestra un deterioro en las condiciones de vida de amplios sectores populares, al mismo tiempo que la desigualdad ha aumentado. El 10 por ciento de la población con mayores ingresos, que en 1980 monopolizaba el 27 por ciento del ingreso nacional, llegó a un 36 por ciento en 2019 (Piketty, 2019). Este desequilibrio es uno de los más agudos a nivel interno y externo, afectando la percepción de la clase media europea, la cual ha visto su posición deteriorarse en la distribución de riqueza global, donde actualmente ocupan deciles más bajos que antes.

En resumen, la expansión social de ideologías requiere un respaldo material que fortaleza su implementación. En tiempos de crisis, cuando surgen coaliciones sociopolíticas análogas, ya sean de izquierda o progresistas, el escenario se complica. Si estas coaliciones no logran establecer soluciones efectivas, el camino se allana para que surjan coaliciones extremas que recurren a discursos antigubernamentales y a un sentimiento de odio visceral contra aquellos que están en situaciones más vulnerables.

En todos los casos, los cambios materiales en las condiciones de vida económica y el acceso a poder o reconocimiento generan tensiones que pueden desatar diversas direcciones políticas y convicciones ideológicas en la sociedad. Estamos en una etapa crítica.

La lección que queda en estos años es que la forma en que enfrentamos los venenos antigualitarios no se puede limitar ni paralizar bajo las estructuras políticas del materialismo. La frustración de unos puede llevar a abrazar la indignación, no contra los poderosos, sino contra los más débiles. En momentos de crisis, no existe una tendencia fuerte hacia el conservadurismo autoritario; el cambio es inminente. Las crisis representan una oportunidad privilegiada para las luchas colectivas, que deben superar no solo las quejas, sino también los recuerdos dolorosos del pasado. La opción vital es la igualdad, con nuevas expectativas que promuevan mejores condiciones de vida y políticas redistributivas efectivas que impacten las viejas oligarquías.

Por, Álvaro García Linera, ex presidente del estado plurinacional de Bolivia

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