El asesor económico de Trump expuso una estrategia clara para la política arancelaria durante su discurso: obligar a otros países a financiar la hegemonía global de los Estados Unidos.
Fecha: 16.04.2025. En un notable discurso realizado el 7 de abril de 2025. Año Stephen, el asesor económico principal del gobierno de Trump, anunció la intención de utilizar a los países importadores como fuentes de contribuciones financieras a la hegemonía mundial de los Estados Unidos.
Primer pago
De acuerdo con este discurso, se sostiene que Estados Unidos ofrece dos «bienes públicos globales» que son esenciales: la protección militar a través de su extensa red de bases militares en todo el mundo y el papel del dólar como moneda de reserva mundial. Este rol del dólar, aunque históricamente beneficioso, ha llegado a ser percibido como onerosamente costoso, lo que lleva a la administración estadounidense a exigir un pago justo por esos beneficios, bajo la amenaza de imponer aranceles de importación como sanciones para aquellos que rechacen estas demandas.
Esta visión ha sido denominada Acuerdo de Mar-a-Lago, un término que se refiere informalmente al nuevo orden económico mundial que se implementaría según las condiciones dictadas por Estados Unidos.
El mensaje central transmitido por Miran es que el dominio militar y financiero de los Estados Unidos debe mantenerse y ser financiado únicamente por otros países. Se argumenta que no es sostenible que solo unos pocos se beneficien de un sistema de servicios públicos estadounidenses sin contribuir a sus costes. Por ende, Estados Unidos intensificará la presión sobre los gobiernos extranjeros mediante altas tarifas hasta que se acepten condiciones que favorezcan a Washington.
El 2 de abril, Trump impuso tarifas de importación elevadas a casi todas las naciones. Sin embargo, pocos días después, decidió suspender estas medidas durante tres meses, exceptuando el caso de China, a la espera de negociaciones con los países involucrados. A pesar de esta suspensión, el 10% de las tarifas se mantiene vigente para todos los países.
Bretton Woods
En lugar de buscar reformar o democratizar el orden mundial establecido en la Conferencia de Bretton Woods en 1944, Trump pretende robustecer estas estructuras imperialistas. La Conferencia Bretton Woods de 1944 marcó el inicio de un orden económico internacional centrado en la hegemonía de los Estados Unidos. En un mundo devastado por la guerra, Estados Unidos surgió como la única superpotencia económica y estableció un sistema donde el dólar estadounidense se convirtió en la moneda de referencia global, inicialmente convertible en oro, lo que le otorgaba un poder monetario enorme, al no poder imprimir sin límites.
Las instituciones que surgieron de Bretton Woods, como el FMI y el Banco Mundial, fueron ubicadas en Washington y han funcionado principalmente en beneficio de los intereses estadounidenses.
Bretton Woods se convirtió en el eje económico de esa hegemonía, mientras que la OTAN estableció las bases militares. Con la justificación de la seguridad colectiva frente a la amenaza soviética, Estados Unidos mantuvo una presencia militar permanente en Europa, sentado las bases para decisiones estratégicas cruciales en la región.
Trump busca preservar la hegemonía de Estados Unidos tanto en el ámbito militar como en el monetario, pero ahora exige que otros países asuman parte de los costos de esa hegemonía. En términos claros, aquellos países que deseen beneficiarse de la «red de protección geopolítica y financiera» que proporciona Estados Unidos deberán pagar por ella. Así, los aranceles se transforman en un impuesto adicional a la cooperación externa hacia el modelo estadounidense.
Lista de deseos de Trump
Durante su discurso, Miran delineó cinco formas específicas en las que los países podrían contribuir a la «justa parte» de la que se habla en relación con la hegemonía estadounidense. Primero, aceptar sin resistencia las tarifas de importación, generando ingresos para el tesoro estadounidense destinados a financiar bienes públicos. Segundo, abrir sus mercados para permitir una mayor exportación de productos estadounidenses y adquirir más bienes manufacturados en el país. En tercer lugar, los estados deberían incrementar su inversión en defensa, comprando armamento y equipos a empresas estadounidenses. Cuarto, sugerir que las empresas extranjeras transfieran parte de su producción a Estados Unidos, lo cual ahorraría en tarifas de importación y crearía empleos en el país. Finalmente, de manera más directa, se sugirió que los países podrían simplemente ofrecer «controles» en el formato de bonos a largo plazo (por ejemplo, en un plazo de 100 años) con bajos rendimientos, que se considerarían subsidios ofrecidos a Washington.
Dilema
El dilema implícito en su discurso está ligado a la teoría del dilema de Triffin, que sugiere que la moneda de reserva mundial (en este caso, el dólar estadounidense) debe mostrar un déficit comercial estructural (importaciones superiores a las exportaciones) para poder abastecer el comercio internacional con suficientes dólares circulantes. Sin embargo, este déficit tiene implicaciones a largo plazo sobre la base industrial y la sostenibilidad de la economía estadounidense.
La dependencia de una industria «atrapada» en la producción estadounidense se ha incrementado, y los déficits comerciales han alcanzado niveles «insostenibles». Sin embargo, la administración Trump persiste en la intención de mantener y simultáneamente reformar el sistema, buscando continuar en una posición dominante del dólar, aunque tratando de cargar a otros países con los costes asociados a esta posición.
China como enemigo
China emerge en este nuevo enfoque como un competidor significativo. Miran identifica a Beijing como el «mayor enemigo» de Estados Unidos, y la relación económica entre ambas naciones es considerada como la batalla central en la lucha por el «poder global». Trump ya ha implementado aranceles de hasta un 145% sobre productos chinos y busca desviar la producción estadounidense lejos de China.
El objetivo de Estados Unidos es construir cadenas de suministro alternativas con países aliados que, tal como se percibe, solo persiguen los intereses estadounidenses. Según Miran, los países que mantienen grandes excedentes comerciales, como China, se vuelven vulnerables en esta guerra comercial, ya que dependen en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos y de su mercado.
Desde su perspectiva, Estados Unidos se encuentra en una posición más fuerte, pudiendo sustituir importaciones chinas al recurrir a otros socios comerciales o al producir bienes en el propio país mediante empresas nacionales o extranjeras.
Su visión es que Washington está en una competencia constante con Beijing para determinar quién es económicamente más fuerte, con la expectativa de que eventualmente sea China quien ceda primero. Mientras tanto, economistas advierten que este conflicto económico afectará al ciudadano estadounidense promedio a través de la inflación, a la vez que las ganancias de este enfrentamiento beneficiarán de manera desproporcionada a la élite industrial y financiera, especialmente en la reducción de impuestos que están contemplando.
Mar-a-lago
La administración de Trump busca, por menos, reescribir las bases económicas del orden mundial establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
Desde Bretton Woods, las conferencias han estructurado el orden mundial en función de intereses específicos, creando un sistema donde el dólar se erige como la moneda predominante a nivel mundial, y donde Wall Street canaliza capital a gran escala. Esta hegemonía se sustenta en un vasto aparato militar que incluye cerca de 800 bases en el extranjero.
Miran y Trump no desean democratizar ni compartir este dominio, sino más bien superar los costos a los que esto les somete, centralizando aún más sus ventajas dentro de Estados Unidos.
Por lo tanto, Trump espera alcanzar el Acuerdo de Mar-a-Lago, un término asociado al lujoso Complejo de Trump y que recuerda a la historia del Acord Plaza, que en 1985 permitió que el gobierno de Reagan obligara a sus aliados (Japón, Reino Unido, Francia, Alemania Occidental) a revaluar sus monedas con respecto al dólar.
El resultado de aquel acuerdo fue desastrozo para Japón, provocando una burbuja económica y años de estancamiento. Trump parece tener la ambición de realizar acuerdos análogos con sus aliados, aunque también busca atrapar a un espectro más amplio a nivel internacional, aunque la lealtad de estos países es incierta.
China, por su parte, ya ha reaccionado aplicando aranceles de hasta el 125%. Además, Beijing ha comenzado a desarrollar una alternativa al sistema de pago que actualmente está dominado por Estados Unidos, lo que podría amenazar seriamente la posición hegemónica estadounidense a largo plazo.
Durante los próximos tres meses, las negociaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo serán clave para el futuro de las relaciones (comerciales) con Estados Unidos, y el resto del mundo observará feas de qué manera los países podrán tratar mejor esta nueva y evidente agresión por parte de Estados Unidos.
Así, los próximos 90 días son cruciales. La respuesta global frente a esta política comercial agresiva de Estados Unidos determinará en gran medida el orden económico mundial durante las próximas décadas.
Neoconservador
Es importante mencionar que el discurso de Miran tuvo lugar a puerta cerrada en el Instituto Hudson, que se considera un bastión del neoconservadurismo en Washington, financiado por adinerados donantes como Rupert Murdoch, Charles Schwab y Harlan Crow. El Instituto también recibe fondos de multinacionales, como AT&T, Chevron y gigantes como Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman, todos con intereses sólidos en la política exterior agresiva de Washington.
Simbolizando esto, el escenario de su discurso estaba adornado con cuatro banderas: las de Estados Unidos, Israel, Ucrania y Taiwán, actores clave en la estrategia geopolítica estadounidense contra China y Rusia.
Es innegable que, aunque la implementación del Plan Económico de Trump está marcada por el caos, tiende a ser imperial. La intención es forzar a gobiernos extranjeros a contribuir al mantenimiento del orden mundial financiero bajo condiciones que claramente no eligen. A través de tarifas, intimidación económica y sanciones a los que buscan alternativas al sistema dolarizado, Estados Unidos se esfuerza por mantener a las naciones sumisas, utilizando tácticas que recuerdan las del jefe de una mafia.
El Acuerdo de Mar-a-Lago se posiciona entonces como un intento esencial de imponer impuestos económicos a nivel global, con el fin de conservar y revitalizar un imperio que enfrenta el inevitable desgaste y ofrecer una suerte de alivio fiscal a la élite que sostiene a Trump.
Este artículo está basado en el Resumen del Podcast de Ben Norton, que puede ser visto aquí: https://youtu.be/vnajhdmawva
Traducido de Nerrland para la rebelión de autores