

Este artículo revisa el camino del Pacto para avanzar en la fusión y la consulta, los perfiles e implicaciones de las precandidaturas y los escenarios de participación (alta, media y baja), con datos y proyecciones. La tesis es simple: este 26 de octubre, la izquierda se juega mucho más que la definición de candidaturas para 2026: se juega la continuidad, el mandato y la capacidad de construir mayorías para un próximo gobierno progresista.
Colombia se alista para las elecciones de 2026 con una fragmentación política inédita, con una derecha con múltiples candidaturas, el centro desarticulado y la izquierda enfrentando su propio laberinto. A la fecha, se cuentan cerca de 100 aspirantes a la presidencia, mientras los partidos buscan fórmulas para coaligarse y competir, tanto para repetir – o prevenir – el resultado electoral de 2022.
En este contexto, el Pacto Histórico optó por la fusión de sus partidos fundadores y por realizar una consulta popular para escoger candidatura presidencial única para una eventual interpartidista en marzo del próximo año, y para definir el orden de las listas a la Cámara y al Senado, algo inédito en el país. Ambos procesos, sin embargo, han enfrentado obstáculos jurídicos y políticos.
Hace pocos días, la Registraduría confirmó la consulta del Pacto Histórico para este 26 de octubre, aunque persisten las dudas sobre si quien venza quedará obligado a ir a primera vuelta en mayo o podrá competir en la consulta interpartidista de marzo. Con todo, el volumen de participación será el termómetro que determine si el resultado de la consulta legitima al vencedor y ordena la coalición o, por el contrario, se abre un nuevo ciclo de incertidumbre.
El laberinto del Pacto Histórico
La fusión se venía planteando al menos desde 2023, sobre todo tras las elecciones regionales, sumado a que la regulación impide coaliciones entre partidos y movimientos que excedan el 15 por ciento de los votos en el proceso electoral anterior; el Pacto logró 16,95 por ciento en 2022. La solicitud se elevó ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) el 13 de junio, entidad que otorgó la personería tres meses después de forma parcial y condicionada: permitió la fusión de la UP, Polo y el Partido Comunista, supeditada a la resolución de expedientes previos de cada partido, y negó vincular a Colombia Humana por requisitos no cumplidos, y a Progresistas –en su propio laberinto–, y la Minga, por no tener personería jurídica.
Esta situación sembró dudas para la realización de la consulta, por lo cual se presentó una tutela ante el Tribunal Superior de Bogotá, el cual, en un principio, suspendió parcialmente la decisión del CNE y ordenó a la Registraduría habilitar la inscripción de las precandidaturas del Pacto. Sin embargo, el mismo tribunal la declaró improcedente, volviendo a poner en entredicho la realización de la consulta.
Pese a los vaivenes judiciales, la Registraduría la mantuvo en firme para el 26 de octubre: la logística continúa, pero por calendario no habrá voto en el extranjero. Los componentes operativo y financiero están en curso: se declaró urgencia manifiesta y se solicitó un presupuesto de $193,5 mil millones para organizar los 13.405 puestos de votación a los que podrán asistir casi 40 millones de personas para escoger entre 373 candidaturas a Cámara, 144 a Senado y tres a la presidencia.
Sin embargo, el debate sobre la naturaleza jurídica de la consulta sigue abierto, en tanto la misma quedó inscrita como interpartidista. Según la Misión de Observación Electoral (MOE), con base en una interpretación inicial del artículo 7 de la Ley 1475, esto impediría que quien gane la presidencial pueda participar en una consulta con el Frente Amplio, sino ir directamente al tarjetón en mayo. No obstante, expertos y el Pacto plantean otra lectura, puesto que solo señala que el resultado es de obligatorio cumplimiento en cuanto al candidato a apoyar, mas no que quien venza debe ir al tarjetón en mayo.
Entretanto, Corcho ya impugnó el fallo en primera instancia del Tribunal mencionado, por lo cual el laberinto por la personería seguirá su curso, en paralelo se organiza la Consulta y el Pacto ya entra –tarde– en modo campaña.
Las candidaturas presidenciales
Carolina Corcho Mejía. La doctora y psiquiatra es, sin duda, la candidata más novedosa de las tres. Logró visibilidad durante la pandemia, luego como ministra de salud del gobierno Petro. Tras su salida del gabinete ha recorrido el país dialogando con bases y organizaciones, buscando recoger apoyos, pero también construir una épica alrededor de la insatisfacción de sectores progresistas que quieren profundizar el cambio.
Sin embargo, algunos dentro del Pacto le endilgan las dificultades que la reforma a la salud ha tenido en su trámite. Así mismo, internamente despierta resistencias por su tono confrontacional, lo cual plantea desafíos a su candidatura, primero para aglutinar con fuerza a la izquierda de cara a la consulta de marzo, y segundo para crecer dentro del Frente Amplio para ganar la primera vuelta en mayo.
Iván Cepeda Castro. Encarna la corriente más histórica y orgánica. Hijo de Manuel, líder comunista asesinado en los 90, ha sido durante más de una década congresista y activista de derechos humanos, por las víctimas y la paz. Simboliza la tradición militante, la cohesión ideológica y la disciplina partidista, con trayectoria y respetado por bases y otros sectores. A su candidatura se plegaron las que se bajaron, buscando fortalecer la unidad y aumentar la posibilidad de triunfar en la consulta.
De ganar, el mensaje sería de continuidad doctrinaria y consolidación de un partido alineado para seguir con las transformaciones estructurales, pero también para lidiar con sus pendientes. No obstante, su perfil marcado a la izquierda podría cargarlo con el desgaste del gobierno actual y dificultarle atraer sectores más centristas, necesarios para ganar una elección nacional. Su experiencia en mesas de negociación en acuerdos de paz podría compensar esto último para alcanzar acuerdos a su alrededor.
Daniel Quintero Calle. El ex alcalde de Medellín es el más cuestionado, a pesar de recibir guiños del Presidente. Ha transitado por diversos colores políticos, entre ellos el Partido Liberal y el Conservador, para luego fundar su movimiento Independientes con el que aterrizó como aliado de Petro en 2022.
Muchos ven en él un representante de las prácticas clientelares que el movimiento prometió erradicar, pero su capacidad mediática, uso de redes y alianzas con políticos regionales le han permitido ubicarse como presunto favorito. Una victoria suya sería políticamente delicada dentro del Pacto, en tanto su representatividad y capacidad de aglutinar apoyos, así como para las bases el adaptarse a su liderazgo. También, hay efectos hacia afuera: primero en el posible Frente Amplio, donde enfrentará la dicotomía diálogo/rechazo, y segundo, por los cuestionamientos que la derecha podría utilizar en su contra.
Escenarios de participación
Más allá de quién triunfe en la consulta, la participación será determinante en 2026, para el gobierno como para la oposición. Pero antes de proyectar escenarios, revisemos el historial.
En consultas presidenciales previas, la participación varió entre el 1,6 por ciento de la consulta del Polo en 2009 y 38,8 por ciento en la del Partido Liberal de 1990, con tendencia a la baja y picos recientes. De las 14 consultas realizadas entre 1990 y 2022, 11 coincidieron con la elección al Congreso; las tres restantes, partidarias abiertas en fecha extraordinaria, coinciden con ser las de menor participación (1,6% PDA y 4,5 Liberal en 2009; y 2,1% Liberal en 2017). En las recientes interpartidistas, la participación fue mayor (por ejemplo, Pacto y Equipo por Colombia en 2022).
A lo anterior se puede agregar la consulta cerrada del Polo para definir su candidatura a la alcaldía de Bogotá en 2007. Entonces, el ganador fue Samuel Moreno (72.902 votos) sobre María Emma Mejía (27.907), Hernando Gómez (4.925) y Édgar Montenegro (425); en total votaron 108.222 personas. Ese año también hubo consultas de Alas Equipo Colombia (9.983 votos), Colombia Viva (2.122) y del MIRA (35.589). Sumando todos los votos, participó el 3,7 por ciento del censo bogotano.
En 2022, la consulta presidencial del Pacto logró 5,8 millones de votos (14,9% del censo electoral), con la salvedad de haber sido el mismo día que la elección parlamentaria. Ese día, por las listas del Pacto a Senado y Cámara votaron 2,7 y 2,9 millones, respectivamente (entre 6,9 y 7,4% del censo). La votación por Petro en primera y segunda vuelta presidencial ese mismo año fue 8,5 y 11,3 millones (21,8% y 29% del censo, cada una). Es decir, las votaciones del Pacto en 2022 fluctuaron entre el 6,9 y el 29 por ciento del censo electoral.
Por último, en países donde recientemente hubo consultas para definir candidaturas, la participación ha disminuido, aunque con matices. En Chile, en la primaria oficialista de 2025, con voto voluntario, participó el 9,2 por ciento del censo, 18,8 menos que la del mismo bloque en 2021, aunque fue la tercera en total de votos; en Uruguay, de la primaria de 2019 a la de 2024 bajó del 40,3 al 35,8 por ciento, pero la votación del Frente Amplio aumentó 61 por ciento; y en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de Argentina, la participación bajó del 76,4 en 2019 al 70,4 por ciento en 2023, mostrando una disminución de preferencias por el kirchnerismo.
Con todo lo anterior, los tres escenarios de la consulta son:
Participación alta
Reeditar los votos de la consulta de 2022, sin otro evento electoral, es difícil. Un escenario alto sería lograr la votación de Senado en 2022, alrededor del 7 por ciento del censo, o bien llegar al 10, es decir, de 2,5 a 4 millones de votos. Este rango reflejaría una base movilizada, expectante, que responde al Presidente aún con vigor, legitimando a quien gane de cara a la consulta de marzo y la presidencial en mayo. También, envía una señal a la oposición de que el petrismo no está derrotado, dándole aire a los 9 meses que quedan de gobierno y fuerza para negociar adhesiones. Si gana Cepeda o Corcho, el núcleo ideológico está intacto para competir en 2026; si es Quintero, se podría decir que es más que maquinaria y exigiría a las bases adaptarse a su liderazgo.
Participación media
La evidencia de consultas sin otro evento electoral vuelve la participación dependiente de la capacidad de movilización de los partidos concurrentes. Como son varios, el umbral sería superior a la votación de la consulta Liberal de 2009, con un rango entre 1,5 a 2,5 millones de votos, poco menos del 50 por ciento de 2022, cercana de lo que logró Centro Esperanza, pero debajo de los votos de Petro en la consulta de 2018. No sería un éxito, pero mostraría capacidad de movilización frente a una fatiga posible de superar, con la tarea de prevenir descuelgues y seducir al petrismo desencantado que aún no parte hacia otros proyectos. Si el electo es Cepeda, movilizó al petrismo duro pero no mucho más allá; si gana Corcho, tendría que unificar las facciones que representan los otros candidatos; y si gana Quintero, se podría acentuar la desconfianza, amparando una posible ruptura de cara al Frente Amplio.
Participación baja
Menos de 1,5 millones de votos, menor que el 25 por ciento de la consulta de 2022, sería reflejo del efecto de las estrategias de desconcierto que ha debido sortear el Pacto, pero también de las dificultades de movilizar votantes sin Petro y de las tensiones internas. Esto sería una alerta general para la campaña vencedora, que deberá reorganizar las estrategias, controlar la dispersión de liderazgos y cerrar las filas tras su proyecto; pero también para el gobierno, de cara a sus últimos meses en la Casa de Nariño. Si gana Quintero, la desconfianza sería mayor, y si además queda segundo Cepeda, el reproche hacia Corcho por no bajar su candidatura sería patente. Si quien gana es Cepeda o Corcho, se evidenciaría un retroceso del petrismo y por tanto la pérdida de legitimidad del proyecto.
Al respecto, el peor escenario sería un resultado apretado en la consulta con las reglas controvertidas: esto podría activar una judicialización posterior, erosionando el impulso político de octubre.
Cualquiera sea el margen de participación, el Pacto debe moverse rápidamente para cerrar filas en torno a quien gane la consulta presidencial. Sin embargo, cuánta gente vote sí importa: una alta participación puede consolidar el proyecto y habilitar un segundo momento del cambio, con el cual institucionalizar lo avanzado e ir más allá. En caso contrario, a menor participación, mayor es la posibilidad de alternar el gobierno, poniendo en entredicho el legado y la continuidad de reformas y políticas que han podido avanzar con el presidente Petro. En resumen: a mayor participación, mayor mandato; a menor participación, mayor vulnerabilidad.
En definitiva, la consulta será un doble termómetro: entre la capacidad de organización y movilización interna del Pacto Histórico, en cuanto a qué liderazgo organizará la izquierda desde el 26 de octubre; pero también de la fuerza relativa del propio movimiento frente al establishment político-económico de Colombia, por primera vez en oposición, pero que desde ese lugar ha sabido entorpecer al gobierno. Paradójicamente, este 26 de octubre se juega, en gran medida, la suerte del progresismo en 2026.
Octubre 10 de 2025.








