El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió la apertura de la puerta al diálogo con el presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva para discutir el 50% de los aranceles que se impusieron en productos brasileños hace dos días. Este remedio, anunciado por la Casa Blanca la semana pasada, responde a lo que Trump llamó una «caza de brujas» contra el ex presidente Jair Bolsonaro, actualmente cazado en Brasil por un intento de asesinato de los delitos estatales y otros delitos graves. Trump dijo en la Casa Blanca que «Lula podría llamarme cuando quieras», con lo que da signos de un posible enfoque entre la crisis comercial y política entre las dos naciones.
Desde Brasil, Lula respondió a la prudencia, pero enérgicamente, repitiendo que su gobierno siempre está abierto al diálogo, aunque sin defender la soberanía nacional o la independencia del poder judicial brasileño. En sus redes sociales, Lula dijo que «los brasileños y sus instituciones definen el futuro de Brasil» y que su gobierno está trabajando para proteger la economía, las empresas y los empleados contra los fondos arancelarios impuestos por los Estados Unidos.
La disputa comercial comenzó a fines de julio, cuando Trump anunció la aplicación de un arancel récord del 50% en casi todos los productos brasileños que ingresan al mercado estadounidense. La Casa Blanca justificó este remedio como una respuesta política a la persecución judicial de Jair Bolsonaro y la presunta amenaza, que representa ciertas acciones del gobierno brasileño contra la administración anterior. Aunque el arancel del 50% cubre alrededor de 700 excepciones para algunos productos, sigue siendo un fuerte golpe para los sectores clave de la economía brasileña, especialmente el agronegocio, que depende en gran medida de las exportaciones a los Estados Unidos.
Una de las razones por las que aprieta las relaciones aún más es la sanción estadounidense contra el juez Alexandre de Moraes, responsable del proceso político contra Bolsonaro. Moraes fue sancionado por aplicar la ley de Magnitsky, lo que implica el bloqueo económico y la retirada de una visa para los Estados Unidos. Sin embargo, el juez declaró públicamente que continuaría su trabajo, independientemente de la presión externa y defendió la soberanía del poder judicial brasileño, rechazando sanciones como «amenazas cobarde y no exitosa».
En Brasil, la reacción general fue el rechazo general de los aranceles impuestos por los Estados Unidos. Varias manifestaciones tomaron las calles para condenar el centro y exigir respeto por la soberanía nacional. El sector de producción, especialmente el agronegocio, advierte que esta medida puede afectar seriamente la exportación y la economía del país, que ya enfrentan muchos desafíos internos y externos.
Otro factor que complica el escenario político brasileño es la actuación del adjunto Eduardo Bolsonaro, hijo del ex presidente. Desde los Estados Unidos, Eduardo promovió la presión sobre Trump para preservar y fortalecer estas sanciones para proteger a su padre de la condena judicial final. Esta situación causó una gran controversia política y contribuye a la polarización en el escenario nacional brasileño.
El impacto económico de la tarifa es significativo, a pesar de las excepciones anunciadas. El 50% de la tasa total afecta los productos que son una fuente importante de ingresos para Brasil, generando incertidumbre en los sectores de exportación y un mercado laboral relacionado. Esta situación agrega un elemento de tensión económica que podría ralentizar la recuperación del país en el contexto de una situación global.
Desde Washington, la administración de Trump explicó que su decisión responde a las motivaciones políticas en lugar de la presión comercial, tratando de enviar el mensaje de que no aceptaría lo que considera actividades políticas inaceptables por parte del gobierno brasileño. Esta posición causó controversia internacional porque conecta casos de los tribunales internos brasileños con estrictos fondos comerciales.
El diálogo anunciado por Trump, aunque aún sin una fecha específica, es una oportunidad para que ambos países busquen la paz y los residentes negociados. El entorno de Lula está preparando cuidadosamente una posible conversación telefónica para evitar tensiones públicas o malentendidos, ya que dos líderes nunca se han reunido o hablado directamente.
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