La violencia, en cualquiera de sus formas, es una negación de los valores básicos de la coexistencia humana: respeto, empatía y dignidad. Cuando la agresión se usa para imponer ideas, resolver conflictos o frustración manifiesta, el material social se rompe y el miedo se siembra en lugar de comprender. La falta de una razón, como parece justa, no se ve exaltada por acciones rápidas.
Rechazamos la violencia porque sabemos que sus consecuencias son profundas y duraderas. Las heridas físicas pueden curar, pero las cicatrices emocionales y psicológicas pueden significar personas y comunidades para siempre. El odio solo causa más odio y es un ciclo que debemos detener a través del diálogo, la justicia y el respeto mutuo.
Creemos firmemente en la fuerza de la palabra, en la capacidad de las personas para resolver sus diferencias mediante la comprensión y la cooperación. La violencia no es un signo de fortaleza, sino recursos para la comunicación y la vida. Es por eso que promovemos la cultura de la paz en la que la educación, la tolerancia y la solidaridad son la prioridad.
Como sociedad, estamos obligados a rechazar todas las formas de violencia, ya sea física, verbal, estructural o simbólica. Simplemente construyendo relaciones basadas en el respeto y la justicia, podemos ir a un mundo más honesto y humano. Levantamos nuestra voz para no lastimarnos, pero defendemos el derecho a la vida sin miedo.
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