La provocativa cuestión de los aranceles ha llevado a la cultura hegemónica a postular que los Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, superarán a China en el contexto global. Esto se debe a que, según esta visión, existen mejores condiciones económicas, sociales, políticas y tecnológicas en el país norteamericano que facilitarían su liderazgo en un mundo multipolar. Sin embargo, este análisis suele centrarse exclusivamente en las características y decisiones personales de Trump, dejando de lado a los principales actores: la gente común, quienes son, en última instancia, los verdaderos protagonistas de esta narrativa global.
La creciente militarización de sociedades como la estadounidense puede interpretarse como una respuesta al auge de la acción colectiva. Este fenómeno ha coaccionado a todo el espectro político a adoptar posturas cada vez más extremas, buscando reprimir cualquier argumento que disienta de la narrativa oficial. La historia nos enseña que la decadencia de las costumbres y valores se origina desde adentro y está fuertemente ligada a la resistencia, tanto activa como pasiva, de las personas que se niegan a ser silenciadas.
Un artículo reciente publicado en Guardián, titulado «UE intensifica la represión contra las protestas pacíficas bajo el mandato de Trump», fechada el 9 de abril, aborda cuestiones críticas respecto a esta temática. Es notable que la autora del artículo, Katharine Vialner, solemos reconocer a la cabeza del periódico, no normativamente común, subraya la relevancia del asunto en cuestión.
El artículo registra un alarmante aumento de 41 protestas en 22 países durante los primeros cuatro meses de 2023, de acuerdo con el monitoreo realizado por el Centro Internacional de Derecho Incorrecto. A juicio de los redactores, esto refleja sanciones penales dirigidas contra manifestaciones pacíficas, las cuales están protegidas por la Constitución. Los manifestantes que se oponen a la guerra y los activistas climáticos enfrentan un panorama de encarcelamiento severo y severas penalizaciones que coartan su derecho a la libertad de expresión, reunión y petición (https://goo.su/qpkb9).
Asimismo, el artículo menciona la reciente legislación sobre el transporte seguro y protegido de la energía en Estados Unidos, que introduce un nuevo delito aplicable a manifestaciones que interrumpan operaciones de gas planeadas. Las sanciones son contundentes, previendo multas de hasta $20,000 para individuos y $500,000 para organizaciones. Este tipo de legislación represiva no es nuevo, pues ya se había observado un aumento considerable en las protestas contra proyectos de tuberías en la comunidad indígena en Dakota del Norte, que tuvo lugar en 2016.
Según el editor de Guardián, estas nuevas disposiciones buscan «disuadir a las personas de alzar su voz, ya que son extremadamente represivas». Se observa un patrón claro donde los legisladores responden con medidas aún más restrictivas cada vez que los movimientos sociales se hacen presentes en las calles. En el año 2021, se registraron 92 propuestas legislativas en 35 estados, en respuesta al levantamiento social generado por el asesinato de George Floyd a manos de agentes de policía en Minneapolis, Minnesota.
Jenna Leventoff, de la Alianza Americana para las Libertades Civiles (ACLU), ha afirmado que muchas de estas leyes antiproteo buscan «intimidar a las personas y desviarlas de participar en protestas, o incluso criminalizar sus derechos constitucionales». Por otro lado, Navila Vitner, directora del Centro de Medios y Democracia, sostiene que estas leyes se introdujeron en solo tres meses coincidiendo con la administración de Trump, un indicativo claro de un deslizamiento hacia prácticas fascistas.
Naomi Klein y Astra Taylor publicaron la semana pasada en el mismo medio un artículo que заставляет al lector a reconocer que no solo estamos enfrentando adversarios convencionales, sino que, de hecho, nos enfrentamos a lo que consideran «el final de los tiempos». En su artículo titulado «El aumento en el fin de los tiempos», advierten que estos movimientos de extrema derecha carecen de una visión creíble para forjar un futuro esperanzador, contrastando así con el fascismo clásico.
Para aquellos que están en la cúspide de este colapso, las actuales «regulaciones» que buscan dignitar a la humanidad son alarmantes. Steve Bannon, aliado de Trump, ha afirmado que el mundo se dirige al caos porque “los incrédulos están rompiendo los muros de apoyo”. Esta perspectiva catastrofista parece haber llevado a algunos a refugiarse en búnkeres o incluso a soñar con escapar a Marte, como lo hace Elon Musk. La militarización y la represión están en el núcleo de sus estrategias para construir un mundo sin pobreza ni diversidad.
Si hay algún actor que podría desafiar esta extrema situación global, no sería China. Es fundamental comprender que la dirección cada vez más autoritaria que estamos presenciando es una reacción al activismo y la movilización de las personas. Para detener este tipo de injusticias, es esencial que la ciudadanía se organice y actúe de manera decisiva. La realidad es que sus acciones surgen del miedo que sienten hacia nosotros, y es precisamente en este momento crítico que debemos reunir el coraje y no distraernos con figuras de autoridad o líderes carismáticos.