¿Autónomamente? – abajo

Medellín, 6:30 de la mañana La motocicleta de Zigzague entre el automóvil, mientras que la llovizna fina cubre el valle del Abrurá. El conductor, con su chaqueta impermeable a medio cierre, recibe un nuevo pedido en su teléfono celular: tres desayunos se mueven hacia El Poblada. Exprima el acelerador. El día solo comienza.

En la vibrante ciudad de Medellín, conocida por sus montañas y su clima parecido a la primavera, el panorama laboral es complejo. Cada día, bajo las inclemencias del tiempo, miles de personas se suben a sus motocicletas y buscan ganarse la vida en un mercado laboral que se presenta como lleno de oportunidades, pero que en realidad encierra numerosas dificultades. La independencia y flexibilidad que prometen plataformas como Uber y Picap a menudo solo son un espejismo. Teóricamente, estos «socios» tienen libertad de elección en sus horarios, pero en la práctica todo está dictado por algoritmos que controlan sus rutas y sus ingresos.

Las plataformas digitales prometieron una revolución en el empleo, defendiendo que ofrecían autonomía y la opción de manejar el tiempo a placer. Sin embargo, esta promesa se ha vuelto poco más que un sueño. Muchos de estos individuos, que se ven obligados a depender de estos sistemas debido a la falta de acceso a trabajos formales, terminan atrapados en un ciclo de explotación. Se ven forzados a trabajar en condiciones que desafían las normativas laborales, enfrentándose a la presión de cumplir con horarios estrictos, sin importar el clima adverso o el tráfico denso de la ciudad.

La falta de regulación en este sector agrava la situación, dejando a estos trabajadores en una precariedad que les impide acceder a beneficios básicos como seguridad social. La reciente reforma laboral que pretendía abordar algunas de estas carencias fue desestimada, deteniendo cualquier avance que pudiera mejorar la situación para quienes dependen de este tipo de empleo. Además, las características geográficas del valle de Aburrá, con sus laderas empinadas y condiciones climáticas inciertas, crean desafíos adicionales y aumentan el riesgo de accidentes en las vías. Los densos trancones urbanos solo añaden estrés y dificulta aún más su jornada laboral.

Medellín, 12:35 La ciudad está hirviendo bajo el aire del sol, la hora del almuerzo, y el teléfono celular no lo detiene, cada aviso es un nuevo minuto, caída en la calificación, una caída en la calificación. El hogar piensa en comer algo, pero no hay tiempo. Si te detienes, pierdes tus pedidos. Si pierde sus pedidos, pierde sus ingresos. Entonces, con hambre y fatiga, continúa mirando hacia laureles con una bolsa de plástico entre los dedos. El almuerzo tendrá que esperar de nuevo.

Medellín, 17:15 en Avenue El Poblado, interminable variedad de autos, apenas se mueven. Juan David, conductor de Uber durante tres años, respira profundamente frente a la rueda. Hay pasajeros en el asiento trasero que no deja de mirar ese momento. «¿Llegamos seis antes?» Pregunta preocupado. Juan David sonríe por amabilidad, pero sabe que no hay control sobre el tráfico. Lo que sabe es que si cancela el viaje o se retrasa demasiado, la plataforma podría haberlo sancionado. Así que progresa, ferrocarriles subterráneos, mientras el sol se esconde detrás de la colina.

Su día comenzó a las seis de la mañana, cuando recogió el poder ejecutivo en el camino al aeropuerto. Luego, estudiantes, trabajadores de oficina y ahora un hombre que necesita salir en una reunión oportuna. Durante el día se detuvo solo veinte minutos para comer empanada. No se puede apagar. No hay ganancias en los muertos durante horas y solo si trabaja durante la parte superior puede agregar lo suficiente para cubrir una cuota de automóvil, su mantenimiento y, con suerte, algo para la casa.

Es una búsqueda dura y agotadora. Estudios recientes muestran que la mayoría de estos trabajadores no están satisfechos con su trabajo. Según un informe de la Escuela Nacional de la Unión (2021), el 39.5 por ciento de los conductores califican su empleo como insatisfactorio, mientras que solo un 16.3% lo considera satisfactorio. El 62.8% siente que la remuneración que reciben no es justa, y un 16.3% sostiene que nunca lo es. Muchos creen que el esfuerzo no se ve compensado, que lo que reciben es siempre inferior al sacrificio realizado.

Los efectos de esta realidad no solo afectan el aspecto económico, sino que también suponen una presión constante, que repercute negativamente en la salud mental y física de los trabajadores. La vigilancia algorítmica y la incertidumbre sobre el empleo crean un ambiente de trabajo hostil. Lejos de proporcionar una sensación de libertad, la mayoría describe su día como una lucha continua por cumplir con las expectativas establecidas por las aplicaciones, muchas veces con un esfuerzo que resulta sobrehumano.

Por lo tanto, lo que se presenta como autonomía se transforma en una forma de dependencia moderna. La labor en estas plataformas se vende como una oportunidad de libertad, pero en última instancia, se traduce en una renovación de la subordinación laboral. La flexibilidad que publicitan se convierte en una rutina exigente sin garantías. Hasta que se establezca un marco regulatorio claro y efectivo, el futuro de estos trabajadores se regirá por las dinámicas de demanda y oferta, no por el respeto de su derecho a trabajar en condiciones dignas.

21:45 La misma motocicleta regresa a lo largo de la avenida regional. El conductor, agotado después de un día intenso, revisa su teléfono celular: 167,300 mil pesos, más varios consejos recibidos, de los cuales muchos deben ser restados por los costos asociados: combustible, mantenimiento de la motocicleta, el almuerzo olvidado. La cantidad generada no es suficiente para cubrir todas sus necesidades y el pensamiento de su familia lo abruma. Mientras contempla su hogar, sabe que necesita organizar una cena ligera y rogar que en unas horas pueda descansar antes de reiniciar su jornada. Reflexiona sobre si la libertad debería sentirse de esta manera.

16 horas detrás del volante

Alexis llegó a Medellín desde Montería con esperanzas de mejorar su vida. Desprovisto de un trabajo estable y atrapado en deudas, vio una oportunidad al abordar plataformas de transporte. «En mi ciudad natal, había un exceso de vehículos y los pagos eran muy bajos», recuerda. La promesa de flexibilidad y ganancias rápidas le atrajo, pero esa ilusión se desvaneció rápidamente.

Ahora trabaja 16 horas al día, comenzando antes del amanecer y muchas veces finalizando cuando ya la ciudad está en silencio. A menudo se encuentra detenido en el tráfico, observando cada luz roja y cuidando los radares de velocidad. «Debo respetar el tiempo para no perder un favor, pero no puedo acelerar demasiado. Esto provoca un estrés constante», comenta.

Por lo general, descansa en los días de menos actividad, aunque muchos de sus colegas eligen continuar trabajando en esos días. Tener su propio auto le aporta ciertas ventajas, pero no significa menor esfuerzo: «Hay que esforzarse realmente mucho para obtener algún beneficio». La opción de tomarse un tiempo para comer o descansar se ha vuelto un lujo impracticable; su rutina de trabajo lo obliga a consumir comidas rápidas y seguir adelante.

Y no es solo por ambición que su carga es tan pesada. Los altos costos de vida en Medellín lo agobian considerablemente. No solo se preocupa por el gasto en gasolina y mantenimiento de su auto, sino también por las deudas acumuladas: «Tengo deudas de 25 millones. Es desesperante pensar en cómo pagarlas”, confiesa.

Su trabajo no solo está marcado por el tráfico; también enfrenta un constante mantenimiento del miedo. Temor a ser robado, a cancelaciones que le hacen perder ingresos, y a cualquier error que le pueda costar caro. «Aquí hay que andar con cuidado. Hay zonas que evito. Si paramos a descansar, estamos perdiendo tiempo y dinero», añade.

Su confianza en el discurso sobre la libertad que venden las aplicaciones se ha desvanecido. «Uno no es su propio jefe, es un esclavo de un teléfono celular. Si no te conectas, no comes. Y si te conectas, aunque estés enfermo o cansado, tienes que seguir adelante». Para él, este trabajo no representa un futuro, sino una salida de emergencia. «Lo que realmente quieres es dinero rápido, pero eso no es sostenible a largo plazo».

Volver a Montería con mejores oportunidades no es una opción. Su futuro es incierto y cada día debe enfrentarlo entre el tráfico, la presión física y emocional provocada por la plataforma.

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