El primer trabajo de Henry David Thoreau, un estudiante brillante en la Universidad de Harvard, tuvo lugar en la Escuela Pública de la Ciudad de Concord, Massachusetts. Esto ocurrió en el año 1837. Sin embargo, su experiencia fue breve; solo permaneció en esa posición durante dos semanas. La razón de su rápida salida fue su firme oposición al uso del castigo corporal con los estudiantes, una práctica que consideraba completamente inadmisible. Este desacuerdo con las normativas escolares lo llevó a tomar decisiones inesperadas, incluyendo largas caminatas para reflexionar y distanciarse de la situación. El informe de las autoridades acerca de su corto tiempo en la escuela lo describía como “una amenaza para la disciplina escolar, en particular, y un peligro para el orden público, en general”. La percepción de que su forma de pensar era radical en aquel momento presagiaba su desarrollo como un pensador independiente y crítico.
A partir de ese momento, la vida de Thoreau se desvió por múltiples caminos. Era un hombre de muchos talentos y roles: topógrafo, fabricante de lápices, filósofo, viajero, poeta, activista civil y, sobre todo, escritor. Su contribución a la literatura es incuestionable, proporcionando al mundo un conjunto de clásicos que aún resuenan. Fue un discípulo prolongado y cuidado de Ralph Waldo Emerson, una figura clave en la literatura y filosofía del siglo XIX, dotado de una prosa impresionante que impactó profundamente en la cultura estadounidense.
En 1845, Thoreau decidió mudarse a una cabaña solitaria que construyó por sí mismo, situada en el bosque que rodea la costa de Walden Pond. Este estado de retiro fue esencial para dedicar su tiempo a la escritura. Después de un tiempo, Nathaniel Hawthorne describió el lugar como “lo más cercano al paraíso que conozco”. Sin embargo, su vida no fue exenta de tumultos. En 1846, Sam Staples, el recaudador de impuestos local, le exigió el pago de seis años de deudas. Thoreau se negó a pagar, argumentando su oposición al estado de esclavitud y la guerra entre México y Estados Unidos. Esta firmeza en sus convicciones lo llevó a pasar una noche en la cárcel; sin embargo, fue liberado gracias a un benefactor anónimo que pagó por su deuda tributaria.
De esa experiencia en la cárcel surge uno de sus textos más influyentes, «Desobediencia civil», que ha inspirado a movimientos de no violencia a lo largo del siglo XX, resonando con principios de autogobierno y resistencia pacífica. Durante su tiempo en el bosque, Thoreau trabajó y escribió en soledad, no solo para conectarse con la naturaleza, sino para indagar sobre la esencia del ser humano y nuestros vínculos con el mundo natural. De este proceso nació «Walden», un texto que se considera un precursor del movimiento ecológico contemporáneo. Robert Frost, poeta y contemporáneo, elogió la riqueza de su prosa, afirmando que era “lo mejor que hemos tenido en Estados Unidos”.
Una parte esencial de la filosofía de Thoreau se centra en la relación entre el trabajo y la vida misma. En sus diarios, analiza esta relación no simplemente como un componente de la economía política, sino como parte de la “economía de la vida”. Agobiado por las modernas formas de trabajo, caracterizadas por la rutina y la producción industrial, Thoreau sugiere que debemos reevaluar el equilibrio entre el trabajo y la vida que llevamos, argumentando que la producción de mercancías inertes y mecánicas socava nuestra voluntad y autonomía. Él establece que el verdadero costo de una cosa es la cantidad de vida que se debe entregar a cambio de su obtención, ya sea de manera inmediata o a través del tiempo.
De esta forma, plantea que el valor de los objetos no debería medirse solo en términos de precio o utilidad, sino en relación a cuánta vida se invierte en su adquisición. Esto implica que, en nuestra búsqueda por obtener ingresos para consumir bienes, a menudo sacrificamos el tiempo valioso que podríamos dedicar a crear significados más profundos en nuestras vidas.
Phillipe Gross comenta que esta visión distingue completamente entre el beneficio y el interés real. Se pregunta qué tipo de beneficios obtenemos al pasar tiempo con nuestros seres queridos, cuidar nuestra salud o dedicarnos a pasiones personales. El “beneficio”, según Gross, es nulo cuando no se traduce en una transacción comercial, pero esta aparente futilidad de ciertas actividades puede ser más enriquecedora que el trabajo en oficinas o fábricas, donde uno puede convertirse en un mero autómata.
Así, la vida se convierte en una producción constante de bienes y objetos donde se sacrifica la esencia misma de la vida. En este contexto, Thoreau busca cuestionar el sentido de un trabajo que al final consume toda nuestra energía creativa e individualidad. La revelación de estar atrapados en una rutina se hace evidente cuando nos damos cuenta de que nuestros cuerpos han caído en un estado de sumisión. La exigencia de docilidad que nos imponen las empresas modernas representa la verdadera amenaza: una dominación tanto física como psicológica que comienza a definir nuestras vidas.
13 de marzo de 2025