La miniserie explora tres casos paradigmáticos de la era digital: un joven que se hizo adicto al porno a los 9 años, una chica engancha a TikTok y otro que perdió fortunas en los casinos online. “Se parece mucho a la industria del tabaco”, señalan los directores.
La miniserie documental Adictos a la pantalla, de tres capítulos, producida por la empresa española Onza, muestra las causas y consecuencias de las drogas más comunes entre los adolescentes: las adicciones sin sustancia que se consumen a través de las pantallas de sus celulares (redes sociales, porno y juegos online). La serie, que se puede ver por Flow, cuenta la historia de tres jóvenes con una grave adicción a las pantallas: Laura, una adolescente que ingresa en un centro terapéutico para desintoxicarse de su adicción a Tik Tok; Bru, un chico que empezó a consumir pornografía de forma compulsiva a los 10 años, y Daniel, un joven que ha perdido más de 100 mil euros en juego online.
A través de una metodología de investigación, la serie se sumerge en el negocio que hay detrás de estas adicciones y busca responder a cómo los gigantes tecnológicos crean dispositivos diseñados específicamente para generar adictos. ¿Buscan estas empresas captar a los menores de manera específica? Prestigiosos psiquiatras, extrabajadores de empresas tecnológicas y expertos internacionales brindan las claves para poder hacer frente a estas adicciones. Con un tono reflexivo, social y educativo, Adictos a la pantalla invita a repensar la educación digital, el rol de las familias y la responsabilidad colectiva ante una problemática que muchas veces pasa inadvertida.
“Nosotros hemos trabajado bastante con ONZA, que es la productora que lleva a cabo este proyecto. Y ya llevaban bastante tiempo con esta idea en la cabeza, nos llamaron a Tomás y a mí, y nos propusieron hacer el proyecto”, cuenta la periodista española Alejandra Andrade, realizadora de la miniserie junto a su colega Tomás Ocaña. “Y creo que ahí hay una obsesión personal de Gonzalo Sagardía, de Onza, por contar esta historia y por profundizar en las adicciones que están atacando a los jóvenes”, agrega Ocaña.
-Al comienzo se señala que el uso del teléfono móvil y las redes sociales son drogas que antes no existían. Pero la tecnología no es ni buena ni mala, carece de moral, todo depende del uso que se le dé. ¿Por eso la serie está más centrada en los sujetos adictos?
Alejandra Andrade: -Sobre todo está centrada en los adolescentes y en los jóvenes porque desde el principio tuvimos claro que hablar de redes sociales y de móviles o de juego o de porno en adultos es una cosa muy distinta a los jóvenes. Y cómo las empresas también tienen el punto de mira de estos chavales para captarlos y para que se enganchen. Entonces, el enfoque de la serie es muy claro porque estamos hablando siempre de jóvenes y de adolescentes.
Tomás Ocaña: -Creo que una de las claves es la falta de control que se está produciendo en los entornos digitales. Un símil que nos hacían mucho los expertos y expertas con las que hablábamos es que se parece mucho a la industria del tabaco. Quiero decir, por poner un ejemplo puntual: los jóvenes no deberían tener acceso a pornografía, está prohibido a menores de 18 años. Pero la realidad es que las páginas web, existiendo la tecnología, no están haciendo nada para que ellos no puedan acceder. Hay un mero cuestionario que te pregunta qué edad tienes y le dices “18” y puedes acceder.
-Hay comentarios muy alarmantes en la serie, como que el móvil llega a ser una extensión del propio cuerpo o que se usa el teléfono 16 horas por día. ¿Cómo creen que influye la incitación virulenta al consumo por vía del mundo digital-virtual en los niños y en los adolescentes?
A. A.: -Hemos hablado con muchos expertos en España, Argentina, en Estados Unidos también. Pero lo que queríamos era poner cara de estos chavales y estas familias que están sufriendo este enganche. En muchos casos, vimos que es que los padres no se daban cuenta hasta que ya los niños estaban completamente enganchados, como lo que dices tú, que el teléfono era una prolongación del cuerpo, del brazo. Los padres trabajan durante muchas horas, están fuera de casa y los chavales se meten con el ordenador, están con el teléfono y en muy pocos meses se convierten en adictos. Una de las expertas de la serie lo comparaba con la cocaína: la diferencia es que el scroll es infinito. La cocaína al final llega un momento en que no te puedes meter más, pero el scroll es infinito, infinito, infinito. Nosotros quisimos hablar con chavales que ya se han recuperado, que están bien y que nos contaran en primera persona cómo se fue provocando esta adicción y lo rápido que se engancharon.
-Y en relación con eso, el paso obligado para superar ese tipo de adicción es que la persona reconozca que tiene un problema. ¿La dificultad radica en que eso no siempre se da?
T. O.: -Sí, el primer paso es el conocimiento, pero no solo por parte de la persona o del joven que puede tener un problema de adicción, sino de toda la sociedad: el entender que es peligroso y que es nocivo y que eso no es criminalizar la tecnología, sino saber cómo utilizarla, cómo tratarla y cómo permitir que los jóvenes se acerquen a ella, sin que corran estos riesgos que están corriendo hoy en día en la mayoría de familias, de lugares. Hay un detalle muy puntual, pero los hijos de los ejecutivos de las grandes tecnológicas de Silicon Valley van a una escuela en la que no se permiten las tecnologías.
-Toda una paradoja… o un reconocimiento implícito.
A. A.: -Es una escuela privada carísima. El porcentaje, creo que más del 60 por ciento de los alumnos, eran hijos de los grandes ejecutivos de Silicon Valley, que son los que están creando estas adicciones desde las empresas.
-¿Cuánto influyó la pandemia en el crecimiento de este tipo de adicciones?
T. O.: -La verdad que no hemos hecho el trabajo estadístico, analítico, concienzudo, pero por lo que vimos y lo que nos contaban, era la “situación perfecta” para caer en los brazos de esa adicción. Estás en un entorno en el que todo lo que puedes hacer es estar con las pantallas y eso lo disparó porque, además, se producía en unas circunstancias en las que los padres no podíamos decirles a nuestros hijos que no utilizasen esas herramientas porque las necesitaban. Creo que ese es también uno de los grandes riesgos: con el tabaco tú puedes ser taxativo, el tabaco es malo y punto; con la tecnología, a veces, la necesitas, es muy útil, es importante que los jóvenes sepan cómo utilizarla, es importante que la utilicen, que se comuniquen, que hagan sus trabajos, pero a la vez está muy cerca el peligro y por eso es importante que se pongan medidas de protección como la que decíamos antes de la mayoría de edad.
-Cuando los adolescentes hablan entre ellos en un momento de la serie, algunos sostienen que sus padres usan el celular tanto tiempo como ellos. En base a lo que investigaron, ¿se trata de adicciones que atraviesan las generaciones?
A. A.: -Sí, eso fue muy interesante porque entrevistamos a los chavales en un instituto y luego entrevistamos a los padres de esos chavales. Y los padres también reconocían porque los niños nos decían “Muchas veces estamos cenando en casa y mi padre se levanta a agarrar el móvil”. O las propias madres nos decían: “Yo busco ahí un hueco para levantarme y ver el Instagram”. Entonces, al final sabemos que lo que ves en casa es lo que hacen los adolescentes y los chavales. Entonces, ellos les exigían a sus padres “Dicen que no utilicemos el teléfono, pues ustedes tampoco”. Yo creo que ese es un problema que nos afecta a todos, no solamente a los adolescentes.
T. O.: -Claro, al normalizarlo y que todos veamos como algo normal entrar en un restaurante y que los niños estén mirando dibujos en el móvil, estamos dándole carta de naturaleza, les estamos diciendo que está bien a nuestros hijos. Y los adultos tenemos mayores herramientas para defendernos. Cualquiera que esté hoy en día en el siglo XXI ha tenido momentos de decir: “Uy quizá esto de mirar el móvil antes de acostarme y al levantarme no es la mejor idea”.
A. A.: -Nosotros tampoco queremos demonizar las tecnologías, ni las redes sociales, ni el porno, ni nada de lo que tratamos: nos hemos centrado en una problemática muy concreta que son chavales muy jóvenes adictos al porno, adictos al juego y adictos a las redes sociales. O sea que esto es un problema que nos afecta a todos, pero la serie está enfocada a casos muy extremos de adicción.
-El problema de estas adicciones es que los jóvenes pierden sus hábitos. ¿Se puede decir que se modificaron los vínculos entre adolescentes a partir del uso de las nuevas tecnologías? ¿Cómo lo piensan ustedes?
A. A.: -Sí, claro, yo lo veo también porque tengo dos hijos adolescentes. Nosotros, cuando éramos más pequeños, hablábamos por el teléfono fijo con nuestros amigos. Y ellos, a lo mejor están estudiando, y están en videollamada. Entonces, entro en la habitación de mi hija y está en videollamada con otras cinco amigas de clase y están haciendo los deberes juntas. Eso está bien, yo creo que ha cambiado completamente la forma de relacionarse con los móviles.
T. O.: -El problema es que, a veces, lo están utilizando para cosas que son positivas para ellos, como esta escena que contaba Alejandra, pero también están expuestos a mensajes peligrosos para ellos. Y ahí entra la parte que nos importaba mucho que era esa investigación de cómo las empresas están buscando a los jóvenes. Y eso es lo grave, están buscando a los jóvenes y el sistema, los políticos, las leyes, las normas, no están parando que las empresas estén buscando a los jóvenes para hacerles consumir esto que puede acabar siendo fruto de una adicción.
-Por lo que pudieron investigar, ¿cómo incide la soledad en el universo adolescente a partir del uso de las redes sociales? Por un lado hay una compañía virtual pero hay una soledad real, presencial, cara a cara. ¿Cómo lo notaron ustedes los adolescentes que entrevistaron? ¿Es un problema?
A. A.: -A mí me llamó muchísimo la atención, me dio muchísima tristeza, sobre todo los chavales menores de edad, de 13, 14, 15 años en este centro de la Comunidad de Madrid, que directamente no salían de sus habitaciones. Te estoy hablando de casos graves, pero había muchísimos. Como decía Tomás, las plazas estaban a reventar. Chavales que directamente no comían, no dormían, no salían de su habitación. En el caso del centro privado de Tarragona, había veces que los padres tenían que llevar ambulancias para sacar a los chavales de las habitaciones y llevarlos directamente al centro para ingresarles. O sea, casos de horas y horas y horas delante de una pantalla.
T. O.: -Y por contar casi su contrario, es muy curioso en el tratamiento de Laura, que se hizo el seguimiento y Alejandra estuvo con ella, que al final uno de los mecanismos para ayudarla, para curarla, es volver a la tierra: agarrar un tomate, hacer boxeo, jugar con los amigos, pasear, estar en un campo. O sea, volver a tener los pies en la tierra y salir de ese mundo virtual como un mecanismo de defensa y de corrección para estas adicciones, estos peligros.
-La serie brinda un dato realmente muy impactante cuando se refiere a una red social pensada para que se muestren las chicas: los creadores de esa red social ganaron 3.900 millones de dólares en 2021. ¿El enganche de la juventud a las pantallas no es fruto de la casualidad, sino el resultado de un gran negocio que busca actualmente nuevos clientes?
T. O.: -Sí, totalmente. Así lo demuestran todos los estudios que hemos querido citar. Para nosotros fue importante que hubiese una parte de datos, más allá de los testimonios. Luego, los trabajadores que han estado ahí lo demuestran. Incluso, hablamos con el fiscal de California que está haciendo una investigación contra la empresa de TikTok porque precisamente están lucrando, buscando a estos jóvenes para lucrarse. Es el gran drama y esa es la gran denuncia.
-Volviendo a las redes sociales para que se muestren las chicas: ¿este tipo de aplicaciones genera la hipersexualización en los adolescentes?
T. O.: -Especialmente lo sufren las mujeres, las jóvenes: como el algoritmo busca aquello que funciona, normalmente se va a las cosas más alarmantes. Y ahí es cuando se está dando una hipersexualización. Vemos en el testimonio de Laura cómo a ella le gustaba ponerse filtros y, de pronto, empezamos a normalizar cosas que no son normales para mujeres tan jóvenes y a ponerle una presión añadida. Al final, las redes amplifican lo que ya está pasando en la sociedad. Entonces, el machismo que existe en la sociedad es multiplicado por mucho exponencialmente en estas redes sociales.
-¿Hoy es más común encontrarse con casos de disfunciones sexuales en la adolescencia como consecuencia del consumo sistemático de pornografía?
A. A.: -Bueno, en el capítulo dedicado a la pornografía vemos el caso de Bru, que es un chico que se hizo adicto al porno desde muy pequeño. Y todos los problemas que eso le ha generado después, que no ha podido tener relaciones sexuales sanas en su vida normal, porque a los 9 o 10 años empezó a ver porno muy duro. Uno de los videos más vistos, dentro de la pornografía, es de una manada, no sé cuántos chicos son, creo que son ocho o nueve, con una sola mujer. Entonces, si tú con 9 años es lo primero que ves, nos lo contaban los expertos, eso ya te destroza, porque si tú estás viendo eso con 9 años es muy difícil luego salir a la vida real y poder tener un sexo sano y un sexo normal. El caso de Bru, que lo podrán ver en la serie, te explica esto a la perfección: cómo él ha tenido unos problemas enormes.
T. O.: -Además, esto no hace más que crecer. Recientemente salió un estudio, hace como un mes, del medidor oficial de audiencias digitales en España, que decía que el 30 por ciento de los menores en España consume pornografía, que es un dato muy alto. Y si añadimos el elemento de que las mujeres consumen muchísimo menos pornografía, eso nos lleva a que uno de cada dos niños está consumiendo pornografía. Es un dato muy alarmante.
-¿Qué implica que la edad promedio del primer móvil sean los 11 años de edad?
A. A.: -Hay debate. Hablamos con varios expertos que aconsejan, pero yo creo que aquí depende mucho de las familias, depende mucho de los niños, depende mucho del uso, pero el dato que das tú de los 11 años es fuerte en España. Y lo que aconsejaban algunos de los expertos que entrevistamos es que la edad debería ser 16 años.
T. O.: -Hay un testimonio de uno de los investigadores, que también es importante quitarle la culpa a los jóvenes: tienes 11 años y te dan un móvil. Él hacía el símil con la lámpara de Aladino: la frotas y puedes obtener lo que quieres, te da dopamina y puedes ver porno porque a esa edad, siendo joven pequeño, quieres acceder a eso. Pasaba también anteriormente, pero no tenías el acceso. Entonces, no les podemos dar una herramienta tan poderosa con acceso a lugares peligrosos, sin controlarlo y con esas edades.








