El hecho: la agredió por una silla en la sala de espera
Una escena absurda y brutal fue registrada en video el pasado domingo 27 de julio en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. Héctor Fabio Santa Cruz Marulanda, un hombre de 44 años, golpeó violentamente a una pasajera que se negó a cederle una silla mientras esperaba su vuelo hacia Cali.
El ataque ocurrió en una de las salas de espera del terminal aéreo. Según el reporte policial, la agresión se habría originado porque la mujer estaba sentada al lado de la esposa del atacante, y él, molesto, exigía que le entregaran ese asiento. Al negarse, la respuesta del sujeto fue agredirla físicamente.
Testigos grabaron el momento exacto en que Santa Cruz Marulanda golpea a la mujer en el rostro, en medio de gritos de los presentes. Varios pasajeros reaccionaron de inmediato y, enfurecidos, le propinaron varios golpes al agresor. En las imágenes se observa también cómo una mujer, vestida con una pantaloneta y camiseta clara, se interpone para proteger al atacante.
¿Qué pasó después?
La Policía Aeroportuaria intervino rápidamente y trasladó tanto a la víctima como al agresor a la URI de Engativá, donde se instauró la denuncia correspondiente. La mujer agredida presentó heridas visibles en el rostro, por lo cual recibió una incapacidad médica de cinco días.
La Policía Metropolitana de Bogotá confirmó que el sujeto fue puesto a disposición de las autoridades judiciales por el delito de lesiones personales con base en violencia de género, y que la Fiscalía General de la Nación remitió el caso a una unidad preprocesal, donde en los próximos días se llevará a cabo un proceso de conciliación.
Implicaciones legales: ¿Cuáles son las sanciones que podría enfrentar el agresor?
De acuerdo con el Código Penal Colombiano, el delito de lesiones personales puede ser sancionado con pena privativa de libertad de 1 a 3 años. Si las lesiones se cometen con agravantes como violencia de género, el castigo puede aumentar hasta 9 años de prisión, según el artículo 111A de dicho código.
Sin embargo, actualmente se está manejando bajo conciliación preprocesal.
¿Qué tipo de «hombre» golpea a una mujer por una silla?
Este caso es un espejo crudo de cómo la violencia de género se sigue normalizando en Colombia. ¿Qué tipo de hombre reacciona con golpes ante una negativa a cederle un puesto?
¿Cuánta frustración mal manejada, hay detrás de este acto? Este país vive al borde del ataque de ira, donde cualquier “no” se responde con violencia. ¿Y todo por qué? ¿Por una silla? ¿Tanta importancia tenía?
La violencia machista normalizada no se manifiesta solo en relaciones sentimentales. Se ejerce también en espacios públicos, en dinámicas de poder, en conductas que reflejan la incapacidad de resolver conflictos sin violencia, y el convencimiento de que se puede imponer a la fuerza sobre una mujer.
Y si eso es capaz de hacerle a una persona que no conoce, ¿Qué podemos imaginar que ocurre puertas adentro en su casa? Este el reflejo de una sociedad que ha permitido que hombres actúen con rabia, sin límites, creyéndose con el derecho de maltratar a quienes consideran “inferiores”.
No es un simple ataque de ira, es violencia de genero. No hay justificación que valga para levantar la mano. Punto.
Calladas, silenciadas, golpeadas: ¿Cuál es el precio de alzar la voz?
En un país donde cada día se conocen casos de agresión contra mujeres, alzar la voz puede costar caro. Basta con decir “no me paro”, “no me voy”, “déjeme en paz”, para que alguien se sienta con derecho a golpear, gritar o humillar. Esta agresión es parte de una cadena de violencia normalizada, donde las mujeres no solo enfrentan la violencia física, sino también la indiferencia institucional y el juicio social.
¿Hasta cuándo los agresores se sentirán con poder para reaccionar así? ¿Hasta cuándo las mujeres tendrán que pensar dos veces antes de negarse a algo tan simple como ceder un puesto? Alzar la voz no debería ser sinónimo de recibir un golpe. Y sin embargo, aquí lo es. Y lo peor, se habla de “conciliación” como si se pudiera “conciliar” un puñetazo.
Gracias, hombres. Porque ustedes sí lo entendieron: a las mujeres se les respeta
En medio de la violencia, hubo algo que nos devolvió la fe: varios hombres se levantaron en defensa de ella. Apenas el agresor levantó la mano, ellos lo enfrentaron sin dudarlo. Le gritaron fuerte y claro: “¡Es una mujer, respétela!”. Lo apartaron, lo frenaron, lo denunciaron. Y gracias a ellos, hoy decimos no todo está perdido.
A ustedes, hombres que no se quedaron mirando. Hombres que no se complicaron pensando si era su problema o no, sino que actuaron porque entendieron que la dignidad no se negocia. Gracias por no guardar silencio, por no justificar lo injustificable, por demostrar que sí hay otros hombres, que sí saben que a una mujer jamás se le toca, se le respeta.
Hoy sus voces se escucharon. Sus actos valieron. Porque si algo necesita este país, es más hombres como ustedes, que no callen ante la violencia, que no toleren el abuso, que no sean cómplices del miedo. Así como existen quienes agreden, existen quienes protegen, apoyan y entienden que ser hombre no es sinónimo de poder ni de superioridad, sino de humanidad.
Gracias, porque su reacción marcó la diferencia. Gracias por ser ejemplo. Porque lo que hicieron fue valentía, fue empatía, fue justicia en acción.
¿Valiente para agredir, pero no para responder? La cobardía también se nota
Este hombre fue capaz de levantarle la mano a una mujer por una silla. Una silla. Pero después de su acto, no fue él quien salió a dar la cara. No fue él quien se pronunció. Fue su esposa —sí, la misma que se interpuso para protegerlo cuando otros hombres lo enfrentaron— quien tuvo que salir a pedir disculpas por sus actos.
Ella —la que iba vestida con pantaloneta y camiseta claras— fue la que se paró al frente y defendió al agresor, y horas después grabó un video y lo subió a redes, disculpándose y diciendo que él va a responder por sus actos. ¿Y el hombre? Callado. Silencioso. Ausente.
¿Es eso lo que se entiende por valentía? ¿Golpear a una mujer y después esconderse? ¿Permitir que sea su esposa quien salga a dar la cara? ¿Dónde está la responsabilidad? ¿Dónde está la hombría de asumir lo que hizo?
No más. Basta ya. Este país está cansado de los hombres que se creen valientes cuando atacan, pero que se desvanecen cuando deben responder. Porque no se trata solo de lo que este sujeto hizo, sino de cómo dejó a su esposa enfrentando el desastre que no causó. Ella fue quien habló. Él, no. Y eso dice mucho.
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